Todo lo que sube
Auge y caída de un árbol, visto de la perspectiva del mismo árbol. Cada tanto me agarran este tipo de flashes. Aunque este surgió hace unos meses a partir del taller de narrativa al que estoy yendo semanalmente. Espero que miren diferente a los árboles después de esto, como si fueran los de El Señor de los Anillos.
Todo lo que sube
Veo todo desde acá arriba. El viento se las
ensaña conmigo y me vuela los pelos. No me quejo, ese zarandeo es mi ejercicio
de casi todos los días. Al fin y al cabo, para crecer sano y fuerte no queda
otra que ejercicio, sol y mucha agua.
Como decía, veo todo desde acá arriba. Veo por
sobre el muro y el alambre de púas, veo la casa grande, de dos verdes
distintos. Veo a mis compañeros, firmes y en fila a diestra y siniestra. Todos
meciéndonos en parsimonia porque el viento nos trata suavemente.
Veo todo. Casi desde que nací. Desde que no era
más que un grano en la tierra de mi madre. Porque crecemos rápido y vivimos
mucho. Dormimos como si muriéramos y despertamos naciendo con más fuerza. Una y
otra vez. Siempre viendo todo. Sintiendo los fríos y calores, recibiendo unos
bichos alados que me acicalan. O me cagan. Veo como esos bípedos peludos de
cortezas cambiantes viven tan rápido y ni se dan cuenta.
Curiosos son estos bípedos. Los hay de todos
los colores, algunos más peludos que otros. Cada tanto me convidan agua. Más
cuando hace calor. Una que otra vez me cortan el pelo, no mucho porque me
duele. Pero siempre vuelvo a crecer.
Escucho sus conversaciones. Porque ya las
entiendo. A las conversaciones, a ellos no. ¿Por qué viven tan rápido? Es que
uno de estos bípedos, de los pequeños, me contó una historia hace un tiempo. De
seres como yo que se movían como bípedos, que un bosque se levantaba en contra
de un viejo malvado y sin color.
No sé por qué alguien como yo querría destruir
a un bípedo. No sé, le llaman Tolkien a la historia. Un bípedo con muchos
anillos, parece.
Ahora me cortan el pelo de nuevo. Me duele. No
es novedad, les dije que ya estoy… Ay, eso fue demasiado. Siento mi esencia
caer. Y el dolor. El viento no me mueve. No tengo pelo. No entiendo. Me golpean
abajo y no con una esfera blanda de cuero como antes. Golpe… golpe… golpe.
Pierdo corteza, pierdo esencia, pierdo lágrimas.
Los golpes se aceleran. Es una máquina que
atraviesa cada uno de mis años en tan solo un segundo. Bípedos destructores.
¡Déjenme vivir! ¡Que ustedes, necios, viven tan rápido que no aprecian el
mundo!
Me atan una soga. Casi no siento nada. Tiran
fuerte. Mis años se quiebran y caigo. Sigo sin entender. Siento que me cortan
en pedazos.
Y ya no siento nada.
Y ya no veo nada.
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