Boludo
De por qué el mundo nos tiene a todos los
argentinos como boludos. Guía explicativa de los mejores argentinismos del
planeta.
Boludo
Tuve la oportunidad de vivir varios meses en
Estados Unidos y conocer gente de alrededor del globo. Diferentes idiomas, diferentes
culturas. La mayoría asociaba a Argentina con el tango porque parece que esa es
la primera variante y es socialmente aceptada. Pero el que todos los argentinos
somos boludos también lo escuché. Yo les puedo asegurar que el mundo no tiene
idea de todas las acepciones que tamaña palabra tiene. Que cuando lo dicen medio en broma, medio en
serio, en vez de ofendernos, nos reconocen.
Y es que el boludo engloba ambos lados de la
fuerza, es la conjunción más acertada del bien y del mal. Son tres sílabas, que
pueden ser dos, que son un abrazo o una armadura de batalla.
Algunos lo pueden definir como una muletilla,
otros como insulto, una demostración de afecto, o simplemente como un
argentinismo. Lo cierto es que es todo y mucho más. Es el infinito y más allá.
Porque explíquenme qué palabra une la amistad de años con la rivalidad más
salvaje. Es como esos jugadores de fútbol que jugaron en River y después en
Boca o viceversa.
Claramente, el “¿qué hacés, boludo?” acompañado
de un ligero cabeceo amenazador cuando un boludo cualquiera se acerca demasiado
a tu novia en el boliche es diferente al “¿qué hacés, boludo?” acompañado de un
buen abrazo y una sonrisa cuando te reencontrás con un amigo.
El “qué boludo” cuando alguien se manda una
cagada es años luz más efectivo que un simple tonto, imbécil o idiota, porque
no engloban los mismos sentimientos. Esos que se acumulan en la prolongación de
la letra “u”, casi directamente proporcional al tamaño de la metida de pata.
O el “¡boluuudo!”, también con la magia de las
ues, pero en este caso, como expresión de sorpresa. Ese que se dice asintiendo
con la cabeza en señal de aprobación cuando entrás a una casa grande o cuando
un auto deportivo último modelo te pasa cerca en la autopista.
Es dolobu para los que se piensan creativos,
bolú o boló para los que quieren ahorrar tiempo y saliva. Es la palabra que
trasciende clases sociales y adorna incansablemente los discursos argentinos.
Desde el pibe que se desvive por hacer un gol en un potrero de la villa
(“¡Pasala, boludo!”) hasta el empresario avejentado que araña los cuarenta y
piensa que por usarla mucho va a rejuvenecer.
El argentino te boludea cuando te manda verso,
cuando se hace el vivo, cuando te pone una excusa para zafar de eso que no
quiere hacer y vos, inocente, te das cuenta tarde y decís “ah, pero este me re
boludeó”. Que es muy distinto a aquel argentino que “se hace el boludo”, ese
que la juega de callado y se desentiende de cualquier problema que hubo, hay o
vaya a haber. Como quien dice que “miró para otro lado”. Léase: “Matías sabía
que había más trabajo para hacer pero se hizo el boludo y se fue”.
Igualmente, como insulto no es tan grave en
estas épocas en que vivimos. Mejor hacerle caso al gran Fontanarrosa y usar el
pelotudo. Sinónimo, porque bolas y pelotas grandes (no entraré en etimologías),
pero el secreto reside en la pronunciación de la letra “t”. Y, quizás, en que
tiene una sílaba más y eso le da aún más potencia al insulto. Ese insulto que
jamás usás para demostrarle afecto a un amigo. Por lo que difiere del boludo.
En conclusión, sí, estoy de acuerdo con el
resto del mundo que afirma que todos los argentinos somos boludos. Pero no por
esas intenciones de broma o desprestigio que esgrimen ciegamente en su
desconocimiento. Sino porque es imposible escaparle a un significado tan
profundamente insondable como es el que acarrea la palabra “boludo”.
El video que inspiró el relato:
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