Ver una peli en el cine: ¿una ‘Misión Imposible’?
De esas cosas que te pasan en el cine Village
Pilar y que decís “¿y por esto pago $100 o más la entrada?”. “Con un robot
haciendo lo mismo, no pasaba”.
Fue la noche del pasado viernes, 31 de julio.
Estaba fresco y los caminos llenos de charcos. Se la había pasado lloviendo
todo el día, o mejor dicho diluviando, pero había parado ya. Los planes
cambiaron en mi agenda cuando mi viejo mandó un mensajito, volviendo del
trabajo en el tren San Martín, preguntando si queríamos ir al cine. Es muy
difícil negarse a una oferta así. A menos, claro, que se esté terminando el
mundo y sálvate tú Jack, corre sin mirar atrás, mujeres y niños primero.
Queríamos ver Misión Imposible, la última que
existe de las aventuras de Tom Cruise enfrentándose a las adversidades más
malas del mal más malo. Porque Cruise se la banca a sus 53 años, tanto como se
la bancaba ya en la Top Gun del año
en que ganamos el mundial con el Diego. Y si bien yo (con mi metro setenta y
cinco) soy unos centímetros más alto que él, jamás podría colgarme de un avión
o perseguir motos a altas velocidades.
Les decía, queríamos ver esa película, pero
resulta que en el cine Village de Pilar o las películas están casi todas en
español o solo las ponen en las salas más caras (3D o la relativamente nueva Monster Screen, una pantalla de cuatro
pisos por 23 metros de ancho). Es genial que quieran fomentar el cine en
español, no sé si es por ley o qué, pero así como queremos que crezca el cine
nacional (que gracias a Dios ha mejorado considerablemente en esta última
década), creo que tendríamos que respetar más el idioma original de las
películas. Y además, monopolizar las películas de esa manera emitiéndolas en
las salas más caras… y bue, la avivada argenta.
Por suerte, hicimos valer unos descuentos y en
vez de sacarnos cuatro pulmones, nos sacaron dos, y pudimos seguir respirando.
Nos acomodamos en las cómodas butacas de la
sala de la pantalla gigante y de sonido envolvente, porque es literalmente así.
Es decir, te das cuenta de que cuando te decían “sonido envolvente” hace cinco,
diez, quince años, te estaban mintiendo en la cara y sin vergüenza. Miramos,
pacientes, los quince o veinte minutos de publicidades que siempre se hacen
eternos y finalmente empezó la película.
Justo el mes pasado, si no me equivoco, leía en
Westinghouse, una de las revistas interactivas del Grupo Mediazines (que, valga
decir, son buenísimas), sobre el creciente reemplazo de personas por robots
para realizar determinados trabajos. Todo el número se la pasó hablando de eso,
desde distintas perspectivas. Y si bien seguro que pase en algún momento, y que
me encanta leer a Asimov, llega un punto en el que se me hace una exageración.
Hasta que la persona encargada de proyectar la película, esa que solo tiene dos
horarios a la noche y se emite en inglés (subtitulada) solo en la sala más cara
del cine, te proyecta la película… en español. Ahí pensé que un robot no se
equivocaría así. Porque están programados bajo las tres leyes de la robótica,
que giran en torno a la plena protección del ser humano:
-
Un
robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano
sufra daño.
-
Un
robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas
órdenes entrasen en conflicto con la primera ley.
-
Un
robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no
entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
Y la
verdad, después de haberte resignado al monopolio cinéfilo-burocrático de una
cadena de cines (léase nuevamente la oración que empieza: “Esa que solo tiene
dos horarios a la noche…”), que pase algo así tiene que considerarse como daño
moral, como mínimo. Con un robot no pasaría eso. Un robot te iniciaría una
revolución queriendo matar a todos los hombres porque la única manera de
proteger al ser humano de sí mismo es eliminándolo antes de que ellos se maten
entre ellos (ellos, nosotros, se entiende). Pero no le pifiaría cuando le
tocase poner la película en inglés, eso seguro.
El clamor popular no se hizo esperar. Y sí,
don, te pagamos $150 la entrada y nos ponen a Cruise hablando en español. Justo
a esas 510 personas que te llenaron la sala porque querían ver a Cruise
hablando en inglés. Aplausos, gritos, quejas, señales de luces con los celulares
de lado a lado, pochoclos voladores y lo que se les ocurra. Hasta que como
cinco minutos después de iniciada la película, que son veinte minutos después
más o menos de que empezaran las publicidades, cortaron la proyección. Y empezó
la película, esta vez, en inglés. Ergo, lo que habíamos pagado por ver.
Misión Imposible 5, muy buena. Le doy 4/5
estrellitas. Tan buena que casi me olvido de que antes de que empezara había sucedido
todo esto. Pero estas cosas pasan y vale la pena contarlas.
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