Mi Madrid Diario del Coronavirus Día 66: Me imagino



Estas últimas semanas, a 66 días desde que don Pedro Sánchez decretara el estado de alarma, estuve pensando un poco en cómo van a ser las cosas a futuro. Y me refiero a después de la pandemia, que espero que termine en algún momento. Pero no al futuro inmediato, en el que seguramente saldremos a celebrar tomando birritas en la vereda inmersos en la algarabía y el jolgorio. Sino al futuro a largo plazo, no sé, dentro de 50 años. Para esa época yo ya voy a estar, con suerte, en las antípodas de la ‘octogenariedad’ con 77 años y, si la vida me sonríe, estaré felizmente casado, con hijos y nietos. La pregunta es: ¿Qué les diría a esos nietos cuando ellos me pregunten sobre la pandemia del 20?


Me estaba duchando ayer cuando me asaltó una vez más esa pregunta. Porque no es la primera vez que me imagino esa situación. Piensen que si llego a tener algún día un nieto o nieta (o niete) la mitad de curioso que yo, indefectiblemente va a venir un día a preguntarme para una tarea del colegio cómo fue que la gente sobrevivió a la Pandemia del 20. Y me imagino que va a esperar una respuesta épica como si su abuelo fuera Leon Kennedy en Resident Evil 4 peleando mano a mano contra una horda de zombies hispanoparlantes. Y no, porque la respuesta casi seguro que va a ser: ‘Tuvimos que quedarnos encerrados en nuestras casas durante meses’.

Me imagino que va a seguir preguntando, algo desilusionado ya, que cómo pudimos pasar tanto tiempo encerrados. Y le voy a contestar que a mí la pandemia del coronavirus me agarró en Madrid, y que el gobierno de ese entonces, como sucedió con otros varios países, nos obligó a quedarnos encerrados. Que al principio solo podíamos salir para ir a la farmacia o al supermercado, siempre utilizando mascarilla (barbijo o tapabocas), y que durante los primeros días la gente enloqueció y desabasteció momentáneamente los supermercados. Sobre todo, en lo que se refiere a papel higiénico. Al día de hoy, pibe, nadie sabe por qué carajo la gente quería tanto papel higiénico. Porque no era que te morías cagando.

Entonces, mi nieto me dirá: ‘Pero no te vayas por las ramas, abuelo, no me respondiste la pregunta’. Me imagino que le responderé que al principio parecía que iba a ser imposible pasar tanto tiempo encerrados. Más mi caso, lejos de casa, lejos de mi familia, lejos de mis amigos. Embarcado en una odisea personal y profesional que se vio zozobrar por un microscópico virus. Al principio parecía que era la perdición absoluta. Pero con el correr del tiempo, con el pasar de los días, las semanas, los meses, nos fuimos acostumbrando. Algunos más que otros. La gente descubrió que la forma en que vivíamos normalmente no era la única forma en que se podía vivir normalmente, que existía otra ‘normalidad’. Y que eventualmente nos tuvimos que ir adaptando a ella.

‘¿Pero no tuviste miedo?’, me imagino que me va a preguntar después. Y sí, pibe, tuve mucho miedo al principio, porque fue algo que se vio venir y no se le dio mucha bola. Pensábamos que los chinos y los italianos eran unos incompetentes y que lo del coronavirus no era nada grave. Para colmo, los medios, en vez de concientizar a la población, exacerbaban una situación seria en pos de ganar más audiencia. Y era todo un caos. Ni el gobierno daba muestras de tener las cosas claras en un primer momento. Más adelante, cuando pasaron varias semanas sin morirme, el miedo pasó a transformarse en la incertidumbre de cuándo va a terminarse todo esto. 

Y ya durante el sexagésimo sexto día de la cuarentena, cuando las cosas parecían mejorar, tuve miedo otra vez porque la gente ya no respetaba tanto las restricciones. Hubo una manifestación en el barrio de Salamanca, en Madrid, contra el gobierno. Centenares de personas, embanderadas con los colores españoles, pidiendo la dimisión del presidente y del vicepresidente por lo que ellos califican como una mala gestión durante la crisis del coronavirus. Muchas de esas personas no tenían ni mascarilla ni respetaban la distancia de precaución, incluso hasta se abrazaban. Pero claro, para saludarse, se saludaban con los codos. Lo más gracioso, tristemente, es que llegaron a leer un manifiesto en el que se les decía a las más de 200.000 familias que perdieron un familiar durante la pandemia que "nunca estaréis solos". 

Yo no sé si es porque nadie les avisó o si porque el encierro puede descarrilar mentes de tal forma, pero realizar estos reclamos (contra el gobierno) y estas expresiones de solidaridad (para con las familias de las víctimas del virus) desde un amontonamiento provocado de gente en una de las ciudades de España que fue foco del coronavirus no me pareció algo sensato. Más bien, una burla, una falta de respeto, y un claro desinterés por la vida del resto y por el trabajo que día a día venían haciendo los trabajadores de la seguridad y la sanidad pública.

Te imaginarás que, para alguien como yo, que padezco de trombofilia, no era una linda perspectiva ver a toda esa gente violando el estado de alarma. Incluso, más adelante, cuando se levantó el estado de alarma, muchas personas todavía tenían miedo de salir o no querían salir de sus casas porque se habían acostumbrado demasiado al encierro. ¡Fue el boom de una nueva rama de la psicología!

‘¿Y qué aprendiste de todo eso?’, me imagino que me preguntará mi nieto. Y yo le contestaré que aprendí a realmente disfrutar de las pequeñas cosas, de este tipo de conversaciones, del valor de la familia, de los amigos, de que si logré sobrevivir una pandemia mundial sin precedentes estando solo en otro país puedo lograr lo que sea. Me imagino que le diré que aprendí muchas otras cosas que ahora, lógicamente, se me escapan; porque uno toma conciencia de lo que aprende con la perspectiva del tiempo.

Finalmente, cuando salí de la ducha, mis pensamientos se fueron hacia lo curioso de por qué le llamarían la ‘Pandemia del 20’. Porque claro, ahora nosotros nos referimos a las décadas pasadas con nostalgia, diciéndoles los 90, los 80, los 70, los 60, los 50. Pero seguro alguien que vivió durante ese tiempo, en los 50 por ejemplo, no se paraba a pensar: “Oh, estoy viviendo en los años 50, qué genial”. No, solamente vivía sin imaginarse nada de eso. Como estamos viviendo nosotros. Y estamos viviendo lo que las próximas generaciones, me imagino, llamarán ‘los años 20’. Una década muy dura para la humanidad, ya que empezó con la tan recordada Pandemia del 20.

¿Y vos cómo te imaginás describiendo a la pandemia dentro de 50 años?

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