Mi Madrid Diario del Coronavirus Día 4: Farmacia
Cuarto día
desde que el presidente de España, don Pedro Sánchez, decretase el estado de
alarma y acá estoy, confinado. En cuarentena. En aislamiento social. Como más
les guste. Por ahora, sigo llevando la cosa bien. Sin síntomas de coronavirus y
lavándome las manos cada dos por tres. Creo que este año voy por el récord de
mi historia en esa materia. Lo más destacable de las últimas 24hs es que ayer
salí a la calle para ir a la farmacia, que fueron unos diez minutos de gloria.
Ah, y que Jim Halpert volvió a darle bola a Pam en la serie The Office.
Allá veo
venir a los más puristas del lenguaje y apologistas del tecnicismo para decirme
que si estás en cuarentena no podés salir de tu casa. Por favor, manténganme el
metro, metro y medio de distancia. Que mis únicas salidas en las próximas
semanas van a ser a la farmacia y al supermercado. Quién iba a decir que,
estando en Madrid, llegaría un momento en el que mi más deseado anhelo fuesen
esos contados minutos de caminata para ir y volver de la farmacia o el super.
Bueno, ayer
salí. Como ya les conté en alguna anterior publicación, padezco de trombofilia
y tengo que tomar anticoagulantes (además de salir a caminar periódicamente,
que acá en esa estoy complicado). Oh casualidad, tenía cita con el médico para
que me hiciera la receta del Sintrom para este lunes que pasó. En el interin,
el jueves pasado me llega un mensaje del Centro de Salud diciéndome que todas
las citas quedaban canceladas y que, en el caso de necesitar algo, que llame
pero que, bajo ninguna circunstancia, me acercara el Centro. Mientras tanto, yo
viendo mi remanente de anticoagulante ir agotándose, y escuchando esas
musiquitas que te ponen para hacerte esperar por teléfono.
Como dos
días estuve llamando al Centro para que alguien, finalmente, me atendiera. Después
de comentarle mi situación, me dijo que al día siguiente ya iba a tener la
receta activada. Porque sí, acá es todo digital la movida de las recetas
médicas, es maravilloso. Eso y que la cobertura sanitaria me deje el
medicamento a menos de un euro es lo que más rápidamente he aprendido a valorar
del sistema de salud español.
Para
continuar con el relato, ayer me puse la campera, me tapé media cara con mi
cuello polar, y me llevé unos pañuelos de papel descartables para agarrar
picaportes y para tener ante cualquier imprevisto. Y salí. Las calles
desiertas, creo que me habré cruzado, a lo lejos, a cuatro o cinco personas
como mucho. Piensen que Pozuelo ya es tranquilo en días normales por ser un
barrio mayoritariamente residencial, imagínense lo que es en cuarentena. No
vuela una mosca. Lo que sí me llamó la atención era que de esas cuatro o cinco
personas, dos eran obreros que seguían metiéndole al arreglo de las calles. Uno
adentro de su topadora y otro en un camión mezclador de cemento. Parece que las
obras siguen pese al escenario apocalíptico. El show debe continuar.
Llego a la farmacia
y lo primero que veo es un cartel que dice que ya no hay mascarillas, guantes,
alcohol en gel y no sé qué más. Entro, me saluda una voz que no sé de dónde
vino, y enseguida aparece la que atiende. Ella con barbijo/mascarilla y
guantes, yo con mi cuello polar y mi pañuelo de papel. Un espectáculo que
podría definirse hasta como ‘cómicamente dantesco’. Entre nosotros, el
mostrador, un espacio de un metro más o menos delimitado por una cinta, y en el
medio una silla.
“Che, ¿sabés
cuándo van a reponer los guantes y eso?”, pregunto. Y me contesta que no, que
no lo sabe, que ahí en la farmacia apenas tienen para quienes trabajan allí,
que ahora todo lo está distribuyendo el gobierno para los lugares donde más se
necesita. Acto seguido, tuve que pagar unos cuarenta centavos (que acá le dicen
céntimos) con tarjeta porque me había olvidado de que era tan barato y no había
llevado mi monedero. Igualmente, en estas circunstancias, recomiendan pagar con
tarjeta, así hay menos contacto. Después, le agradecí y me fui.
Qué lindo
que era salir a caminar cuando todavía se podía. Me acuerdo de que me ponía un
par de episodios de mis podcasts favoritos y caminaba varios kilómetros. ¿Cuándo
volverá todo a la normalidad? ¿Cuándo ir a la farmacia será nuevamente una
tarea rutinaria y aburrida y no lo más ansiado de mi semana? Eso lo veremos,
ojalá, en algún próximo episodio.
Por el
momento: ¡Tengan buena cuarentena!
¡Hola, Matías!
ResponderEliminarSúper interesante lo que contás, me re intriga la magia de ciertas ciudades que todes romantizamos desiertas por cuarentena. Mis amigues de acá que viven en Barcelona hace ya días que se la pasan subiendo historias a Instagram y yo miro maravillada cómo, por ejemplo, una mujer sale al balcón con su nene para bailar y hacer que se divierta un poco.
Acá se está corriendo la bola de que mañana decretan la cuarentena obligatoria por 14 días, pero andá a saber. Capaz sí, capaz no. Por suerte en la última semana y media fuimos dos veces al súper (principalmente porque la primera vez no había muchísimas cosas que fuimos a buscar, porque ya habían arrasado con todo a pesar de caer al súper a las 9 de la mañana) y mañana a la mañana vamos a comprar un par de medicamentos que nos queda para una o dos semanas, pero que, después, une no sabe bien si la cuarentena se corta o sigue como si nada. Por las dudas, nos atrincheramos.
Fuerza, ¡que no te venza la cuarentena!
¡Hola, Flor! Antes que nada, gracias por leerme y por tus palabras. Acá ya anunciaron que la cuarentena se va a extender por quince días más (hasta mediados de abril). Calculo que en Argentina seguirán los mismos pasos. Pero bueno, es todo incertidumbre. Por lo pronto, seguiré con mi rutina deportiva de lectura, series, pelis, blog y podcasts. Y mucho café. Saludos y que tengas buena cuarentena ;)
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