Storytelling: Cuando contar historias mata marketing



¿Qué responderías ante la pregunta de qué es el storytelling? Probablemente te inclinarías por la traducción directa de la palabra y dirías que es contar historias. Y sí, estarías en lo correcto. Quiero dejar esto en claro porque, dentro del marketing, al recurso del storytelling a veces lo pintan como algo complejo y no. El hecho de contar historias es una actividad que ha acompañado al ser humano desde la antigüedad y justamente por eso es que funciona tan bien. Ergo, decir que el storytelling es marketing, por lo menos para mí, es chocante. Que alguien se haya avivado en algún momento de que también funciona para vender, es otra historia.


El origen del storytelling como tal (incluso antes de que se lo conociera así dentro del marketing) se le atribuye a la empresa estadounidense fabricante de maquinaria agrícola: John Deere. En 1895, la compañía publicó el primer número de la revista ‘The Furrow’ (en español, ‘El surco’), no para vender directamente equipamiento de su marca, sino para enseñarle a los granjeros sobre la nueva tecnología disponible en el mercado y de cómo ser más exitosos en el negocio. “Contar historias que la gente disfruta leer –y que pueden usar en sus propias operaciones- ha sido la receta desde el principio”, dijo David Jones, editor actual de la revista, en una nota a contently.com en 2013.

Y básicamente es eso. Contar historias para conectar con el cliente, acercarse al público como objetivo primario, y ya después vender el producto/servicio va a ser más fácil. ¿Por qué? Porque, mediante la emoción, el cliente empatiza con la historia y tiende a considerar al mensaje (y, por ende, la marca) como algo verdadero y genuino. Incluso sabiendo que es para venderle algo, una buena historia es mucho más efectiva para convencer a un potencial cliente que cualquier otra estrategia.

Más adelante, en alguna próxima publicación, vamos a explicar lo básico y necesario para lograr un storytelling eficaz. Por ahora, nos alcanza con decir que hay historias clásicas que siempre se pueden aplicar como técnica y que funcionan para establecer la conexión deseada con el cliente. Por ejemplo: creer en uno mismo, podés hacer más de lo que pensás, el típico ‘persevera y triunfarás’, etc. Y, sobre todo, las experiencias personales, quizás la herramienta más potente para dar esa sensación de transparencia y cercanía con el cliente, generando confianza e identificación mutua.

¿Y a vos qué tal te va contando historias? ¿También pensás que una buena historia mata cualquier estrategia de marketing? Por las dudas, siempre que te falte creatividad para escribir, acá tenés unos consejos para que eso no sea excusa. ;)

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