La vida de Yunque I
Salió a la vereda, miró a ambos lados de la calle. Nadie deambulaba por esa zona del centro de la ciudad a esas horas. Él tampoco debería quedarse parado mucho tiempo allí si su intención era que no le asaltasen.Pero existen determinadas situaciones personales en las que uno prioriza sus intereses (o la falta de ellos) ante cualquier otro factor, llámese política, seguridad, inseguridad, diversión, etc. En una situación así se encontraba Manuel Yunque. Hasta hacía pocos minutos había sido secretario de redacción del exitoso semanario “Visión Ciega”, prestigioso semanario que se caracterizaba por divulgar “esa” información que los medios partidistas elegían no difundir. Por esa política de trabajo el periódico había subsistido, por esa misma política de trabajo el periódico había sido finalmente clausurado.
Un joven pasó caminando por delante de él apresuradamente y sin desviar la mirada para verlo allí, pasmado, percibiendo como su repentino éxito se había tornado en un ensordecedor fracaso. Esa actitud indiferente del joven no le molestó, en otro tiempo le hubiera molestado, más bien, fue mentalmente agradecida.
Sin embargo, agradecer tempranamente cuesta caro. Casi rozando los límites de la amabilidad, la amabilidad posible de conceder solamente con un revólver en la mano, el joven había vuelto para pedirle que le entregara los objetos de valor que tuviera guardados. Manuel lo miró a los ojos, implorando piedad. Milagrosamente el ladrón no lo mató sino que lo apuró violentamente a entregar sus posesiones. El ex secretario de redacción de uno de los semanarios opositores al gobierno de turno cedió por fin su breve y laxa resistencia. A fin de cuentas, el celular último modelo estaba a cargo del semanario, en su maletín descansaban artículos para futuras publicaciones que nunca verían la luz de la publicación, los pocos pesos que contenía su billetera no creía que pudieran alegrarle la vida a mucha gente; en fin, no le costó demasiado desprenderse de lo que en otro momento creía imprescindible.
El delincuente ni se molestó en acelerar su huida. Caminando cual perro por su casa, se perdió al doblar la esquina. El pensar que un hecho similar hubiera provocado un buen título para la tapa del semanario le produjo un temblequeo incómodo en el estómago. Aunque también esto pudiera deberse al hambre que tenía. Sí, un hecho que ejemplificara otro caso de inseguridad, por más común y repetitivo que fuera, servía para hacer de constante repiqueteo en el piso de la casa de gobierno, siempre y cuando el vocabulario utilizado fuera el adecuado. No obstante, esta insistencia contraria al poder pareció alcanzar el hartazgo de las autoridades y una serie de eventos desafortunados comenzaron a sucederle al periódico desde la semana anterior. Secuencia que culminó con el hallazgo de grandes cantidades de marihuana en la oficina de varios altos funcionarios de “Visión Ciega”.
La redada les había tomado por sorpresa, que la policía entre a los gritos a la redacción no era algo acostumbrado para el general de la gente. Capaz alguna otra persona estaría entrando en la redacción de la competencia gritando “victoria” alegremente. La competición era despiadada, así también lo era el periodismo. Tan cruel e inescrupulosa que evidentemente podía llevar a la propia fuerza de seguridad de un país a introducir droga en la redacción de un periódico opositor.
Ahora, sin trabajo, sin nada, la dignidad no sabía si seguía estando en su ser, la justicia perdida minutos atrás; esa era su situación, así tenía que seguir adelante. Adaptarse a vivir desempleado, viniendo de las altas alcurnias de la prensa. De cobrar una cifra bastante considerable a la nada. También sabiendo que denunciar un acto policial fraudulento (presumiblemente incentivado por autoridades superiores) era algo absurdo en el país. Habituarse a la vida así, sería todo un desafío.
TO BE CONTINUED
(*aclaración: este relato es puramente ficticio, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia)
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