La sombra del viento: Una historia que no debería terminar nunca
Me habían llegado muchísimas buenas recomendaciones sobre ‘La sombra del viento’, de Carlos Ruiz Zafón. No obstante, por alguna extraña razón, siempre que tuve la oportunidad de comprarlo, optaba por otra opción. Es más, en un momento hasta me lo confundía, no sé por qué, con un libro que sí había leído y que nada que ver: ‘En el jardín de las bestias’, de Erik Larson. Reitero, nada que ver (creo que en algún momento de mi vida los vi juntos en una librería y, supongo, de ahí mi entrecruzada sinapsis neuronal). Pero bueno, llegó el coronavirus, llegó la pandemia, llegó la cuarentena y, al principio, la editorial Planeta liberó varios libros en formato ebook y uno de ellos fue ‘La sombra del viento’. Por fin, pude leerlo. Y qué magistral jugada de la editorial porque ahora tendré que comprarme los siguientes libros de esta tetralogía.
Quizás como ‘La historia interminable’, de
Michael Ende, esta novela del español Ruiz Zafón es, a mi parecer, un homenaje
a la lectura y a los libros. Y es que la historia principal es sobre un pibe
que emprende la búsqueda de un misterioso autor desaparecido: Julián Carax. Un
escritor que, en la narración, es quien realmente escribe ‘La sombra del
viento’, un libro también envuelto en un halo de misterio y que, oh casualidad,
cae en las manos del joven protagonista, Daniel Sempere.
El principio de la obra es prometedor, engancha
de entrada. Más que nada porque, por momentos, al protagonista de ‘La sombra
del viento’ de Ruiz Zafón le pasa lo mismo que le pasa al protagonista de ‘La
sombra del viento’ de Carax. Una suerte de inception.
Luego, con el correr de las páginas, y en lo que parece una historia bastante
común, con muchas referencias a la Barcelona de mediados de siglo XX (marco
temporal en el que se sitúa la historia), el autor va entretejiendo por detrás
una intriga realmente interesante. Una intriga que comienza con el famoso
Cementerio de los Libros Olvidados, una biblioteca escondida en las callejuelas
de Barcelona y que da nombre a la saga.
El libro maneja una prosa risueña, fácil de
leer, llevadera y con un humor bastante sutil. Igualmente, aunque sea fácil de
leer hay que prestar algo de atención, no leerla a la ligera, porque hay un
entramado de historias que, si bien se compaginan magníficamente, pueden
generar un cierto grado de confusión. Porque, como mencionaba al principio, esa
sensación de inception, de una
historia dentro de una historia dentro de otra historia, es recurrente. De
todas maneras, no se asusten, Ruiz Zafón consigue que todo fluya con total
normalidad. Hablemos de talento a la hora de escribir.
Se trata de una historia de misterio,
romántica, policial, y hasta de iniciación, porque a lo largo del libro
acompañamos el crecimiento del personaje principal. Y ya que mencionamos el
tema de los personajes, déjenme destacar algunos de ellos. En primer lugar, don
Julián Carax, el motor alrededor del cual giran todas las intrigas de la novela
y que ya hemos mencionado. En segundo lugar, al policía Francisco Javier
Fumero, la encarnación del mal. Luego, a Clara Barceló, una joven ciega (no voy a negar que me hizo acordar a ‘la cieguita Adelaida’, aquel personaje de la Radio Tertulia de Les Luthiers) que era el amor platónico de Daniel y que, en
mi opinión, al ser ciega, le da pie a Ruiz Zafón para insertar unas
descripciones de la ciudad de Barcelona muy piolas. Y, por último, al que le
daría el premio al mejor personaje de reparto, don Fermín Romero de Torres, un
vagabundo que se termina haciendo amigo de Daniel. Un tipo querible.
Más allá de la trama principal, lo bueno de la
obra es que no escatima para nada en el desarrollo de las historias de los
personajes secundarios. Y hablamos de historias suculentas, trabajadas en
profundidad y, a la vez, reveladas en las dosis necesarias a lo largo de la
novela.
Acercándonos ya al final, y retomando los
conceptos de que el autor va entretejiendo una intriga en el trasfondo de la
aparente trama y de las historias dentro de historias, llega un punto épico en
el que todo se une y encaja a la perfección. A mí, me voló la cabeza. Creo que
hasta salva el hecho de que, sobre el final, hay un giro argumental medio
cliché (que seguramente advertirán cuando lean el libro) y que, diría, pasa
bastante desapercibido.
En conclusión, pulgares para arriba. Es uno de
esos libros que no querés que se termine nunca. Algo que me deja con
sensaciones encontradas porque, por un lado, efectivamente se terminó; y por
otro, sé que es el primer libro de una tetralogía. Sí, quedé re manija y, está
claro, seguiré explorando los pasillos del Cementerio de los Libros Olvidados.
Y, de yapa, como si me hiciera falta más para amar esta obra, en una parte
nombra a ‘La isla misteriosa’, de Julio Verne, que es mi novela favorita del
mundo mundial.
Una frase: “Cada libro, cada tomo que ves,
tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y
vivieron y soñaron con él”.
Mi calificación para
el libro: 5
estrellas. Excelente.
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