Doce cuentos maravillosamente perturbadores
Una vez más, otro de los libros que leí gracias a que la editorial liberó algunos títulos durante los primeros días de la cuarentena. Así que, en este caso, gracias Anagrama. Mariana Enríquez es una autora a la que me acerqué con cierto resquemor. Porque, de repente, estaba en boca de todo el mundo y yo tengo el prejuicio de que si algo es repentinamente muy popular seguramente no sea tan bueno. Pero me pasa con todo, con las series, películas, libros. Creo que, si no hubiera sido por la cuarentena, no lo habría agarrado nunca. Y qué mala decisión hubiera sido. Porque resultó siendo un libro muy bueno. Perturbador, sí, pero cuando un libro logra removerte algo en tus adentros, sea la sensación que sea, es gol. Y los cuentos que integran ‘Las cosas que perdimos en el fuego’ son todos goles.
Son doce cuentos. Por supuesto, algunos mejores
que otros, aunque eso es completamente subjetivo. Lo que sí, es que, en casi
todos, si la memoria no me falla, las mujeres son protagonistas u ocupan un
papel importante. Dato que no es ni bueno ni malo pero que sí me chocó un poco
por algo que mencionaré más adelante.
Lo bueno es que, de esta docena de historias,
no hay ninguna que sea mala. Algo que generalmente me sucede con los libros de
cuentos, que me resultan subibajas tremendos y muy difíciles de juzgar como un
todo. Aquí eso no pasa. Son todas historias atrapantes, con buenas
descripciones, y cada una posee algo interesante o intrigante que te obliga a permanecer
a la expectativa de cómo sigue el asunto. Basta con leer la primera, ‘El chico
sucio’, para quedar hipnotizado en una marejada de miedo y atracción en partes
iguales.
Otros cuentos que, creo, vale la pena destacar,
son: ‘La casa de Adela’, que trata sobre una casa embrujada; ‘La hostería’;
‘Pablito clavó un clavito: una evocación del petiso orejudo’, sobre un guía
turístico de Buenos Aires, especializado en historias de asesinos porteños;
‘Tela de araña’, que me llegó al cora por situarse espacialmente en el Litoral
argentino; ‘Bajo el agua negra’, un cuento fantástico y hasta distópico sobre
la contaminación del Riachuelo; ‘El patio del vecino’, sobre una trabajadora
social que ve a un pibe encadenado en el patio del vecino y, después, ¿enloquece?;
y ‘Las cosas que perdimos en el fuego’, cuento que le da nombre al libro y que
es un relato distópico sobre cómo las mujeres reaccionan ante una ola de
violencia doméstica y femicidios.
Al ser lo primero que leo de Mariana Enríquez y
haberme tirado prácticamente a la pileta, realmente me sorprendió para bien su
estilo de escritura y la manera en que aborda los temas. De hecho, que deje
algunos de los cuentos con final abierto me encantó. Creo que, en este caso,
plantar la semilla de la incertidumbre en la mente del lector ayuda más a
mantener ese efecto de miedo, temor o perturbación, que, indudablemente, es el
sabor de boca que te deja cada uno de estos cuentos. La imaginación queda
completamente desatada. Además, otro factor positivo es que combina muy bien
elementos de la vida cotidiana, situaciones normales, con un ingrediente
macabro que termina dándolo vuelta todo. En esto, me hizo acordar mucho a los
cuentos de Stephen King. Y como este blog ama a Stephen King, pues fenomenal.
Lo que sí me chocó un poco, aunque entiendo el
punto viniendo de una autora feminista, es que en la mayoría de los cuentos hay
una marcada tendencia de retratar a los personajes masculinos como malos,
inútiles, o tontos. ‘Los años intoxicados’, me parece, es el mejor ejemplo de
esto.
Sin embargo, este detalle no opaca para nada el
discurrir de las historias. Al final, ‘Las cosas que perdimos en el fuego’ me
resultó una joya inesperada, recomendado para quienes gusten del terror o lo
macabro. Y para los que no somos tan fanáticos de eso, con la clara excepción
de la obra del maestro don Stephen King, también es una gran opción. Soy la
prueba viva de ello.
Una frase: “¿Sabés qué es lo mejor de los
japoneses? Que clasifican fantasmas”.
Mi calificación para
el libro: 4 estrellas.
Muy bueno.
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