Orgulloso el hornero misionero



Fue en una calurosa mañana posadeña, cerca del mediodía del último día del 2018. Estaba nublado, pesado, imposible, aunque menos imposible de lo normal y por eso estábamos afuera, sobreviviendo sin aire acondicionado. Los que saben del Litoral entenderán. Es que la tierra colorada es así por sus componentes minerales, pero también es el suelo de un horno natural magnífico. Es fuego. Y por ese fuego, al mínimo en ese último día del 2018, fue cuando vimos pasar, muy campante, al hornero más confianzudo que he visto hasta ahora en mi menguante cuarto de siglo. Orgulloso el hornero misionero. Y cómo no serlo, si nomás en Posadas tienen una de las mejores costaneras del mundo; y en la provincia, una de las maravillas naturales. La naturaleza es sabia.

Estábamos todos sentados en el patio, bajo la sombra del enorme mango, queriendo engañar al calor dentro de lo posible. El patio en la casa de mis abuelos es bastante grande, rebosante de plantas, con unos caminos de cemento que llevan a la parte de atrás, pero predomina el pasto. Y no cualquier pasto. Ese pasto verde y grueso característico de esas zonas calurosas. No sé si no es el mismo tipo de pasto del de la cancha de Crucero del Norte, tan polémico en sus tímidas incursiones en el fútbol de Primera División. Y encima la tierra roja. Bueno, uno de los árboles más longevos de ese patio es el mango, y sentados en esa posición privilegiada vimos pasar lo impensado.

Así como la flora es bastante potente ahí, también lo es la fauna. Entonces se preguntarán qué tiene de especial este hornero como para ornamentarle con tan fausto homenaje. Es que fue tal la sorpresa que nos causó que valía la pena dejar el registro escrito.

En el medio de la charla, el hornero aterrizó en un extremo del patio, en uno de los costados de la casa, detrás de una puerta de rejas blancas que da a una explanada cubierta que hace las veces de garaje. Desde ahí estuvo analizando la situación durante unos largos segundos, tiempo suficiente para que nosotros empecemos con los ‘ah, mirá el hornero’ clásicos de una situación normal. Vieron que los porteños como yo enseguida ven un pájaro que también hay en Buenos Aires y es como encontrar un oasis de significado en el medio de la selva misionera. Porque para el porteño promedio, y vamos a ser denodadamente malos con esto, Misiones es selva. Como Pilar es, en ese imaginario, solo countries, y así. Mas no desvariemos.

Lo extraordinario sucedió después. Es común ver que cierta gente se amedrente cuando le toca dar una presentación frente a una multitud. Y uno esperaría que los pájaros actuaran de la misma manera, salvo la plaga de las palomas de ciudad. No obstante, este hornero misionero jamás oyó hablar de cohibición. Seguro de sí mismo, y con más personalidad que Bolsonaro y Trump juntos, atravesó el patio, y se paseó por delante de todos nosotros como quien no quiere la cosa. A cada paso sacando pecho. Al nivel de que si hacés esos movimientos después de meter un gol en una cancha de fútbol, te muestran la roja directa. Un provocador nato.

Y esto no queda ahí. El bípedo tenía sus metas claras. Fue directamente al plato de comida del perro y se hizo un festín con los pequeños pedacitos de carne que le habían dejado al can. El perro apareció una vez para defender su comida, a lo que el hornero se alejó pícaramente para después volver y regocijarse en su campaña exitosa. Se ve que el caniche se tuvo que acostumbrar a compartir sus víveres con el hornero misionero más orgulloso, confianzudo y delicado que existe en todo el sur y este del Paraná.

Comentarios

  1. Será que se sabe imagen del billete de 1000?

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    1. Seguro. Ahora solo le falta una chica para salir. Y cantar con Los Náufragos.

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