El Portador de la Lluvia



Tras varios días en los que numerosos meteorólogos y presentadores del clima de radio y televisión (Google incluido) vienen pifiando en sus pronósticos de lluvia, el calor aumenta como pocas veces se ha visto en Buenos Aires. Los que somos del Team Invierno lo estamos sufriendo a sobremanera, al igual que otros tantos del equipo adversario que se niegan a admitirlo. En lo personal, como la danza de la lluvia en el patio de casa no funcionó, capaz escribiendo algo llegue el agua. No sé si la pluma es más fuerte que la espada, pero ésta última le sirvió a Espartaco para ser reconocido como ‘el Portador de la Lluvia’. Capaz las palabras hagan lo propio.


La verdad, desconozco si el apodo es real. El ‘Portador de la Lluvia’ ('Bringer of Rain'). Así lo denominan al gladiador, luego líder de una de las rebeliones que supo poner de rodillas al Imperio Romano, en la serie ‘Spartacus’, que si no la vieron todavía, es el momento. Después de un triunfo importantísimo en combate, fuera por casualidad o gracia de los dioses romanos, la lluvia volvió a caer sobre la ciudad de Capua luego de una larga sequía. Algo parecido es lo que queremos lograr con este texto, que llegue la lluvia que los meteorólogos vienen anticipando desde hace como dos semanas.

Para eso me gustaría hacer mención al querido Litoral argentino, a la ciudad de Posadas en particular, donde siempre que voy, llueve. Ese clima tropical se deja ver casi sin falta. Y aunque el calor suele ser común y sumamente agobiante, también lo son las lluvias. Como lo fue una de las últimas veces que estuve allí hace algunas semanas. Oportunidad en la que no tuve mejor idea que salir a comprar chipas (del supermercado California) en alpargatas.

La ida al Cali fue sin inconvenientes. El cielo estaba nublado sí, pero no lo suficientemente oscuro como para esperar precipitaciones. Al menos eso piensa un porteño, un humilde servidor, acostumbrado al clima de Buenos Aires. Fue por eso que decidí, compradas las chipas, ir a hacer un recorrido relámpago por la costanera posadeña, una de las mejores del mundo mundial, como ya se ha afirmado reiteradas veces en este blog. Debí haber sospechado que, al llegar a mi destino, se desataría una cortina de agua digna de Espartaco ‘Portador de la Lluvia’.

Y si el descenso a la costanera fue por la Bajada Vieja, con sus historias, colores y vaivenes, el ascenso fue arduo y empapado por la empinada Avenida Roque Pérez. Ahí me di cuenta de que muchas de las veredas de la capital misionera no son ‘alpargata friendly’, o que las alpargatas no son el calzado ideal para este tipo de andanzas. La estatua gigante del Andresito Guacurarí fue casi único testigo de mis peripecias, mis resbalones, y mis chipas mojadas.

Como se imaginarán, si la lluvia empezó cuando llegué a la Costanera, terminó inmediatamente cuando retorné a la casa de mis abuelos. Habrán sido unos 15 minutos del mundo convertido en gotas de agua fría cayendo sobre la tierra colorada y después… el escenario volvió a ser dominado por el canto de las chicharras, con el aditivo del olorcito a pasto mojado. Y, obvio, el calor que no tardó en renovar su protagonismo.

No sé si todo tiempo pasado fue mejor, sí que me subiría al Delorean para traer un par de nubes lluviosas de aquellos días. Seguiremos esperando, pues, que llueva. Porque la vieja está en la cueva desde hace rato y nada. El pueblo demanda una satisfacción. Una tan grande como la del viejo de aquella anécdota que, a falta de heladera (allá por 1952), se ataba una botella de cerveza al talón para enfriarla en las aguas del río Paraná.

Nosotros, a falta de Espartaco, tendremos que buscarle la vuelta.

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