El viejo nazi y el himno de Austria

Eichmann, Roschmann, Mengele, Priebke, Schwammberger, Kutschmann, son algunos de los miles de nazis que, en su momento, huyeron de Europa y se asentaron en Argentina. “Ruta de las ratas” le llamaban. Con evidente complicidad de la Cruz Roja Internacional, la Iglesia y de las autoridades migratorias argentinas, a partir de 1945, se arreglaba la salida desde Italia (por lo general el puerto de Génova) y, mediante pasaportes falsos, reiniciaban su vida en algún punto de Sudamérica. Los lazos del flamante gobierno de Juan Domingo Perón con el régimen nazi y con Italia, fueron facilitadores en todo esto. Mi historia, no obstante, es solo un pequeño punto en la trama general. La de un viejo alemán en un asilo de ancianos de zona norte, en Buenos Aires.


La persona que me contó esta anécdota es un octogenario. De esas personas que suelen repetir la misma historia todas las semanas. Pero, curiosamente, esta se la oí tan solo una vez. Se ve que se guarda los recuerdos con más rating para ocasiones especiales. Lo que sí no sé es cuándo ocurrió, porque viniendo de este señor puede haber pasado el año pasado, hace diez años, treinta, cuarenta o cincuenta. Igualmente, los que me conocen saben que para este tipo de historias enseguida se me paran las orejas. Imagínense mi reacción al escuchar el relato del viejo nazi, su bastón, un piano, un asilo, y el himno de Austria.

Era costumbre para este hombre visitar uno de los asilos de ancianos de la ciudad. Y lo que le llamaba la atención era que las primeras veces que fue, una de las señoras que vivían allí se sentaba al piano y tocaba maravillosamente el himno nacional de Austria. ‘Bundeshymne’ o ‘Tierra de montañas, tierra sobre el río’, se llama. Le gustó tanto que cada vez que regresaba le pedía a la señora que tocase esa pieza musical para deleitarse con su melodía. Pero, al parecer, no todos disfrutaban tanto de la canción.

Otra de las personas que residían allí, un señor de unos ochenta años, alto, de ojos claros y con bastón, no la toleraba para nada. Es más, cada vez que la escuchaba se ponía rígido, de mal humor, susurraba palabras ininteligibles y hasta abandonaba la sala en cuestión dando un portazo tras de sí. La señora era austríaca. El viejo del bastón, alemán. Y, según lo que me contaron, nazi. Un viejo nazi. El viejo nazi. 

De inmediato se me vinieron a la cabeza varias cosas. En primer lugar, una noticia que había leído hacía poco sobre un viejo de 95 años, también nazi, que había sido deportado en agosto de Nueva York a Alemania. Los estadounidenses tardaron años y años en descubrir que este hombre no era quien decía ser y que en realidad había oficiado de guardia de un campo de concentración durante el nazismo. Su nombre, Jakiv Palij. También me acordé de la novela corta ‘Apt pupil’, de Stephen King, donde un niño se aviva de que su vecino había sido nazi durante la Segunda Guerra Mundial. O ‘La Sombra’, de John Katzenbach, donde un asesino de judíos vuelve al acecho tras décadas de la caída de Hitler del poder, persiguiendo a varios judíos residentes en Estados Unidos.

Y qué loco, alguien así en un asilo de ancianos ubicado relativamente cerca de casa. Vale mencionar que ese himno austríaco se oficializó en 1946, porque anteriormente la melodía era la misma que la utilizada por el himno del Tercer Reich (solo variba la letra). Por razones obvias, se cambió. De aquí se desprende una teoría propia que cambiaría la anécdota. ¿Y si la austríaca estaba tocando el himno anterior a 1946 (lo cual puede haber sido posible por su edad)? ¿Y si el viejo alemán en realidad lo que detestaba era la melodía del himno del ya caído Tercer Reich? 

Lo cierto es que el viejo ya no aguantó más. Sea por ser nazi y no aguantar el nuevo himno de Austria, o por no serlo y no tolerar que se siga repitiendo la abominable melodía de Hitler, un día en que su compañera de recinto estaba en pleno concierto arremetió contra ella a bastonazos. Así, de repente, el piano dejó de emitir su música y las teclas emanaron el ruido entrecortado y desafinado de los golpes, a medida que el viejo ¿nazi? le destrozaba los dedos a la concertista. 

Supongo yo que después de tan violento episodio, no se tocaron más himnos europeos en el asilo. Por las dudas. No sea cosa que se sigan reviviendo otros antiguos rencores.

Curiosidades del himno austríaco de 1946

El himno austríaco, declarado oficialmente el 22 de octubre de 1946, le debe su melodía a Johann Holzer. Aunque hay teóricos que debaten esta afirmación y aseguran que el creador de la misma es nada más y nada menos que su contemporáneo: Wolfgang Amadeus Mozart. 

La letra del himno fue escrita por Paula von Preradovic, una de las pocas mujeres en el mundo reconocidas por haberle puesto la letra a un himno nacional.

Desde el 1 de enero de 2012, luego de una fuerte iniciativa feminista iniciada en 2005 por Maria Rauch-Kallat (ministra de Salud y Asuntos de la Mujer entre 2003 y 2007), algunas palabras de la letra del himno fueron modificadas para que el himno pase a ser de género neutral.

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