Un yanqui de Connecticut en lo del Rey Arturo: Un clásico subestimado de Twain

Sin haber leído antes otra novela de Mark Twain más que ‘Las aventuras de Tom Sawyer’, y habiéndole sacado muchas fotocopias a la versión adaptada de ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’ (sí, laburé sacando fotocopias y sí, una creatividad muy copada en los títulos), debo decir que haberme topado con ‘Un yanqui de Connecticut en la Corte del Rey Arturo’ fue una grata casualidad. Uno de esos relatos de viajes en el tiempo que tanto me gustan, con el aderezo sarcástico de que se trata de una graciosa crítica a la realidad social, política y económica de la época. Twain desnuda al estadounidense promedio de 1889 en una aventura totalmente quijotesca, a caballo, con espadas y armaduras. 


La historia comienza cuando al protagonista, Hank Morgan, lo muelen a palos hasta desmayarlo y cuando despierta ya no está más en su Estados Unidos del siglo XIX, sino que está en la Inglaterra del siglo VI. No sé si estaría muy equivocado al aventurarme y decir que es una de las primeras novelas de viajes en el tiempo. De hecho, la primera vez que escuché de la existencia de esta historia fue escuchando un podcast (hace algunos años ya) sobre los viajes en el tiempo en la literatura. Y como Twain es mucho más conocido por otras obras, instantáneamente me llamó la atención. Lo bastante como para detectarla enseguida cuando se me cruzó en la Feria del Libro de Pilar 2018. 

Creo que lo mejor de la historia está en ese principio confuso, de despertarte y estar de repente enfrentándote a personas que enseguida sacan la espada y te cortan la cabeza, y en la segunda parte de la historia donde la crítica política e ideológica a los modelos dominantes (la Iglesia en la Inglaterra del siglo VI y el capitalismo en la sociedad norteamericana de la época de Twain) se hace más aguda. Pero ya vamos a ir a eso. 

Es sorprendente cómo Twain se las ingenia para meter en una historia medieval (con el Rey Arturo como uno de los personajes del reparto) tantas cuestiones que reflejan las problemáticas de su tiempo: el trabajo infantil, la esclavitud, los abusos de poder, el descontrol y la destrucción que puede provocar el avance tecnológico del armamento. Y lo que es más sorprendente aún, muchos de esos temas podrían aplicarse tranquilamente a la sociedad actual. De esta manera, esta novela tiene ciertos rasgos shakespearianos en cuanto a los diálogos (algunos también demasiado densos y aburridos) y, a la vez, de Julio Verne. Hay quienes aseguran que Twain predijo la Primera Guerra Mundial con el pasaje que ocurre al final de la historia. 

La aventura de este yanqui perdido en el medioevo tiene eso, es como una cebolla para el análisis. La capa más superficial te enfrenta a un hombre utilizando todo su saber, sumamente adelantado a la época, para convertirse rápidamente en un ‘influencer’ del siglo VI. Se hace amigo del mismísimo Rey Arturo, destrona a Merlín como el mago más trascendental del reino, introduce la publicidad, las armas de fuego, los medios de comunicación y de transporte... en resumen, un tenaz oportunista. Y después, por supuesto, se puede llevar el análisis aún más allá, con el cuestionamiento subliminal que hace Twain a su realidad, a la política, a la Iglesia, a la cultura, a la sociedad en general. 

Lo único negativo que podría argumentar es que durante la primera mitad hay partes que abusa demasiado del diálogo caballeresco y de la ironía. Quizás los chistes en esos capítulos no me causaron la gracia que debieron haber causado a finales del siglo XIX, o capaz simplemente abusó del recurso. No obstante, una vez que se supera ese tramo, la historia toma envión y se hace muy entretenida. Desde duelos de magia negra con Merlín hasta batallas campales contra toda la caballería de Camelot y sus caballeros de la Mesa Redonda. Desde los lujos de vivir en un palacio medieval (que no eran tantos para un yanqui acostumbrado a muchas más riquezas) hasta la más absoluta pobreza entre los campesinos subyugados por la Iglesia y la nobleza. Claramente, lo mejor aparece cuando Twain deja de mofarse de cómo hablaba supuestamente la gente en esos días de antaño.  

No sé por qué está tan subestimada esta novela, en comparación con otras del autor que son más popularmente conocidas. Vale mucho la pena leerla, sobre todo para que no se nos olvide que Twain no es solo Tom Sawyer y Huckleberry Finn. 

Mi calificación para el libro: 4 estrellas. Muy buena historia.

Comentarios

Entradas populares