El año del desierto: Mairal da vida a una distopía bien argenta

La Ciudad de Buenos Aires va desapareciendo y con ella el mágico mundo porteño civilizado. Algo que no se sabe a ciencia cierta qué es va arrasando todo eso que conocemos, a modo distopía argenta, y poco a poco, página a página, nos vamos dando cuenta de que la historia nacional no se repite sino que vuelve para atrás. ‘El año del desierto’, de Pedro Mairal, es eso. Desde la perspectiva de una joven secretaria ejecutiva, se describe una Buenos Aires que, de tanto quilombo social, termina por donde alguna vez empezó. En esas viejas y revolucionadas décadas del 1800. 


María Valdés Neylan es el nombre de la protagonista principal de esta novela de Mairal (la primera que leo de él, bajo recomendación de mi amiga Aldana Perazzo) que muestra capítulo a capítulo cómo su vida normal va avanzando hacia una anormalidad atemporánea, mientras que el país que la rodea va en sentido inverso. Piensen en algo llamado ‘la intemperie’ que va carcomiendo la Ciudad de Buenos Aires desde sus márgenes, destruyendo a su paso edificios, calles, autos, todo lo que nos hace de alguna manera civilizados, y dejando tras de sí nada más que ruinas. Y en el medio, la gente, que lleva el descontrol cotidiano porteño (manifestaciones, protestas, enfrentamientos con la policía) a su máximo exponente, desesperados también porque se les termina el mundo y deben huir o sobrevivir. ¿Qué es? ¿Cómo o por qué se originó esta ‘intemperie’? Ni rastro. Pero es la piedra sobre la que Mairal edificó su relato.

En mi opinión, la mencionada intemperie trae consigo dos factores que vale la pena destacar. Uno por lo positivo y otro exactamente por lo opuesto. En primer lugar, hablando de lo positivo, hace que la trama sea magnífica. La gente de ciudad, que piensa que más allá de los cordones del conurbano está la perdición, se va adentrando más y más para salvaguardar lo poco de normalidad que les queda (o huyen en barcos desde el puerto). La radio y la televisión van anunciando que distintos distritos del otro lado de la General Paz fueron reducidos a la nada, en Recoleta la gente se atrinchera para que el pueblo desesperado no la saque de sus departamentos. Y mientras tanto, la electricidad, ergo, la tecnología, va dejando de existir. Entrelíneas, se logra apreciar que la sociedad retrocede linealmente por esa senda que se forjó por estos pagos argentinos desde el 1800. Es decir, en algún momento el transporte son caballos y carretas, el enemigo son los indios, y así, esclavitud, la grieta entre unos símiles unitarios y federales, una especie de nuevo ‘Restaurador’...

Todo eso compensa la falta de eso que no sabemos qué es. Ni siquiera el facilismo de las historias de zombies, un experimento que salió mal en un laboratorio y se propagó por Racoon City. Nada de eso. Ese es el elefante en la habitación durante el desarrollo de la novela. No obstante, la aventura de situar una distopía de estas características en el Buenos Aires que conocemos todos y volver en el tiempo sin hacerlo es un juego que a mis ojos lectores resultó irresistible. 

Otro punto fuerte de la novela son las descripciones. Si bien Mairal raramente abandona la simpleza en su discurso, la historia en sí se presta para pintar situaciones, escenarios, paisajes y personajes, que dan rienda suelta a la curiosidad. Porque es una especie de mundo nuevo en el que está todo por hacer y descubrir, pero con reminiscencias de nuestro presente. Por ejemplo, una nueva condición médica, el ‘coma catódico’, que le ocurre a los acérrimos televidentes de la actualidad al quedarse de repente sin eso que consumen a diario. Y así. El autor a eso lo maneja muy bien y le agrega un toque de humor en certeras ocasiones, que lo elevan un poco más.

En fin, en este caso la simpleza del relato se lleva bien con la abundancia de temas originales inherentes a la premisa inicial. Y aunque haya, a mi parecer, una carencia importante en el origen de todos los males (sin entrar en la polémica de si es imposible o no que todo lo que se cuenta ocurra en el lapsus de un año), el argumento prima al momento del análisis y a mi juicio sale estoico y victorioso.

Pulgares para arriba a Mairal con ‘El año del desierto’, proporcionándole a la literatura nacional contemporánea un poco de la ciencia ficción (o, por lo menos, una aproximación bastante acertada) que tanto hace falta y que nunca viene mal.

Mi calificación: 4 estrellas. Una novela muy buena que se presta a la reflexión de dónde estamos parados como sociedad y hasta dónde podríamos fácilmente retroceder (si sucediera lo ¿imposible?).  

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