Mi Madrid Diario del Coronavirus Día 37: Hay vida en la pensión


No llevaba ni un mes todavía en España cuando llegué a la pensión, en Pozuelo de Alarcón, ubicada sobre la calle Pilar (como mi ciudad bonaerense de residencia en Argentina). Y le digo pensión para sentirme un poco como Antonio Machado en su “rincón de los Desamparados”, no porque en esta casa vivamos un argentino, un uruguayo, un colombiano y tres españoles. Supongo que la recordaré, en un futuro, como la casa en la que pasé la Pandemia del 20. Pero, como ahora es mi permanente hábitat, me limitaré nomás a hacerles un tour lingüístico por ella, inspirado en la más maravillosa prosa de mi prima Candelaria y su ‘Reseña de mi departamento’.

No llevaba ni un mes todavía en España y aquel primer día de noviembre de 2019 me bajé del Uber con todos mis petates, con mi vida al hombro, como una cuadra antes, en el número equivocado. Así que tuve que encarar por una angosta vereda hasta llegar al largo pasillo que conduce al corazón de la manzana, donde está la casa. Un pasillo que, al firmar el contrato días antes, la casera me había dicho que ‘nunca le había gustado’ porque de noche es, y afirmaré en español argentino, una boca de lobo. Algo que doy fe. Empero, le da cierto estilo. Un halo de misterio en el ingreso a la pensión.

Es un largo pasillo con una pared blanca rugosa de un lado y una medianera de ladrillo del otro, coronada ésta última por un tejido. La pared blanca, cada tanto deja aparecer algunas ventanas enrejadas y puertas, que son entradas a otras casas de la vecindad. En una de ellas, un par de perros que no fallan en ladrarle a cualquiera que ose circular por allí, previo al grito pelado de su dueña. Y al final, una puerta negra con rejas que, luego de abrirla, da a una rampa, y al patio que rodea la casa. Un tímido cuadrado verde no muy grande es el único recuerdo que tengo del pasto; todo lo demás es baldosa. Una baldosa algo anaranjada, casi del mismo color que las piedras que decoran una cara de la pensión.

Justo esa cara, la frontal de la casa, me llama la atención porque tiene forma de carita feliz invertida. La forman las dos pequeñas ventanas cuadradas de la planta baja y el gran ventanal semicircular del piso de arriba. Sí, semicircular, porque la forma de esta pensión hace acordar a la de un granero.

Si lográramos meternos por una de esas pequeñas ventanas entraríamos a los dos baños de la planta baja. Uno de ellos, el que no es en suite, es uno de mis puntos frecuentados en esta cuarentena. Porque voy de mi habitación al baño, de mi habitación a la cocina, o al patio. El enorme living comedor se ha convertido en un lugar de paso y de tendido interno de la ropa cuando llueve. También supo ser estacionamiento de bicicletas. Además, ese ambiente es el distribuidor de la casa, el hub estratégico, porque da a las tres habitaciones, a la escalera, al baño por el que entramos en este párrafo, y a la cocina.

La cocina, una vez más (como mencioné en ‘Que sea buena la acogida’) se ha convertido en mi lugar de socialización indoors. Porque, después de mi cuarto, es en donde más tiempo estoy. En la pensión ya me conocen como el que siempre está escuchando la radio en la cocina. Y sí, acá un humilde servidor subiéndole el share a Radio Nacional de España y a Podium Podcast.

Volvemos a pasar por el living, ese living desde donde hemos escuchado discusiones del piso de arriba y algún que otro encuentro bizarro de madrugada (que pudo haber sido solo un sueño) como ya relaté en este blog. Nos vamos para arriba, por una escalera que antes chirriaba, pero que el uruguayo supo arreglar, haciendo las veces de MacGyver sudamericano. Y el piso de arriba ya es territorio bastante desconocido para mí. Sé que tiene un living, una pequeña cocina (no tan completa como la de la planta baja), tres habitaciones y un baño. Con una distribución casi inversamente proporcional al piso de abajo. Y también sé que es el piso más ajetreado de la casa y por el que más inquilinos han pasado, por lo menos, desde mi llegada.

En fin, una pensión con muchas historias, que no todas se pueden ventilar por un blog. Una pensión que quizás en algún momento convierta en novela, quién sabe, o que dentro de 100 años alguien convierta en museo (como en la que vivió Machado). Por ahora, no obstante, una pensión en la que paso mi trigésimo séptimo día de cuarentena desde que el presidente español, don Pedro Sánchez, decretara el estado de alarma. Y en la que seguiré vivenciando el encierro, por lo menos, hasta el 9 de mayo.

Comentarios

  1. No sabia que habias pifiado la direccion el primer dia, jeje.

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  2. ¡Hola! Definitivamente leería una novela sobre esa pensión jajaja

    Espero que te sea leve el aislamiento, saludos desde Argentina.

    Eri ~ The Magical Library

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    1. Hey, muchas gracias!!! Sí, esta pensión es una usina de historias. A ver si en algún momento me sale la novela jajaj saludos y gracias por comentar!

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