Mi Madrid Diario del Coronavirus Día 27: Cuando esto pase
Creo que,
si no estuviese llevando la cuenta especialmente para esta sección del blog, ya
habría perdido la noción de en qué día estamos de cuarentena. Es curioso esto
del tiempo y de que somos animales de costumbre, como me decía hace poco una
amiga. Van casi 30 días y, sorpresa, podría decirse que estoy acostumbrado a
esto de vivir saliendo solo para ir al supermercado, como hoy. La cagada es que
me olvidé de comprar mandarinas. Y así voy anotando cosas. Para cuando esto
pase. Una va a ser, irremediablemente, tratar de no olvidarme de comprar
mandarinas.
¿Qué otras
cosas tengo que anotarme? Lo primero que se me viene a la mente es ir a tomar
unas birras con mi gente. A un bar. Un fernet a ‘Caminito’. Unas empanadas a ‘El
trébol’. Patear las calles de Madrid, sentarme a leer bajo un árbol del Parque
del Retiro. Sentirme parte de una ciudad que se tuvo que bajar un poquito del
trajín de nuestras vidas. Bah, un mundo que está prácticamente en pausa,
esperando que volvamos a pisarlo. Esperándonos como cuando Netflix pregunta si
seguimos ahí, después de no sé cuántos episodios.
Porque,
pensándolo bien, quién lo hubiera dicho. Que se llegue a extrañar algo tan
rutinario y tedioso como subirse al metro, todo lleno de gente. O el cruzarme en
tren toda la ciudad para ir al Hospital de Torrejón a que me chequeen el tratamiento de mi trombofilia, viendo pasar las estaciones de Atocha, Vallecas,
Vicálvaro, Coslada. Ir caminando a esperar el 657 para ir a la universidad y
ser uno de los que llega tarde, pese a ser el que vive más cerca. O pasarme un
largo rato a la madrugada, en el Intercambiador de Moncloa, esperando algún
bondi que me devuelva a Pozuelo después de una noche de joda.
Otra cosa
que haría cuando esto pase es tratar de hacer más videollamadas con mi gente de
Argentina. Algo a lo que nunca fui muy adepto antes, pero que me enseñó la
cuarentena. La tecnología nos hace intocables, sí, pero cuánto bien hace cada
tanto ver a tu familia y amistades. Aun cuando no me guste salir en cámara. Al
final no es solamente por uno que se hacen ese tipo de cosas, al otro también
le suma. Por eso, gracias cuarentena.
Salir a
caminar, jugar al pádel (justo que había empezado un deporte nuevo), dar más
abrazos, dormir como cualquier hijo de vecino, observar a la gente, sentarme en
un café a tomar café y a… observar a la gente, dar la mano, poder tocarme la
cara sin sentirme Gandalf versus Balrog. Cuando esto pase, quiero que ir al
supermercado o ir a la farmacia vuelvan a ser dos hábitos rutinarios y
aburridos. Y que ir al Centro de Salud sea también aburrido y ya no más
peligroso.
Cuando esto
pase, quiero ver sonreír a la gente estando al lado de ella, y no a través de
una pantalla. Que las voces no se distorsionen cuando hablemos al mismo tiempo.
Que el delay sea porque no podemos hablar de lo tanto que nos estamos riendo y
no por cuestiones de wifi. Que levantar la mano en clase sea levantar la mano
en clase y no apretar un botón.
Cuando esto
pase, quiero seguir siendo lo introvertido que soy, en mi casa, escribiendo y
con mis libros. Pero sabiendo que hay gente ahí afuera, en las calles, en los
negocios, en los bares, en los vagones de las distintas líneas de tren y metro,
en los colectivos, en los parques, en los cines, en las universidades, en todos
lados. Gente viviendo, como se vivía antes de la pandemia.
En fin, 27
días desde que el presidente español, don Pedro Sánchez, decretara el estado de
alarma y acá les dejo un poema (solo apto para angloparlantes) de un tal Daniel
Halpern que, muy convenientemente, me llegó hoy gracias a la Poetry Foundation.
Pandemania
There are fewer introductions
In plague years,
Hands held back, jocularity
No longer bellicose,
Even among men.
Breathing’s generally wary,
Labored, as they can say, when
The end is at hand.
But this is the everyday intake
Of the imperceptible life force,
Willed now, slow
Well, just cautious
In inhabited air.
As for ongoing dialogue,
No longer an exuberant plosive
To make a point,
But a new squirreling of air space,
A new sense of boundary.
Genghis Khan said the hand
Is the first thing one man gives
To another. Not in this war.
A gesture of limited distance
Now suffices, a nod,
A minor smile or a hand
Slightly raised,
Not in search of its counterpart,
Just a warning within
The acknowledgement to stand back.
Each beautiful stranger a barbarian
Breathing on the other side of the gate.
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