Mr. Hyde no era como me lo pintaron en las películas



La verdad es que con esta historia esperaba de antemano varias cosas que después terminaron no siendo. Y ese es el peligro que acarrea un clásico de años y años como lo es ‘El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde’, una novela corta (a priori, pensé que iba a ser más extensa) publicada por primera vez en 1886. Ojo, no lo digo con una connotación negativa, todo lo contrario: me terminó gustando más de lo que creía que me iba a gustar. ¿Y cómo se explica esto? Porque la versión original no terminó siendo tanto como me la habían pintado las adaptaciones cinematográficas, televisivas, o lo que fuera que vino después. Así que, sin dudas, punto para don Robert Louis Stevenson.


La trama es conocidísima. Si tienen dos dedos literarios de frente o están empapados de un poco de cultura general, sabrán que Dr. Henry Jekyll y el señor Edward Hyde son la misma persona. Es lógico que de eso salgan películas como ‘Split’ (‘Fragmentado’ en español), o el cómic de ‘El increíble Hulk’, que juegan con esa misma idea. El Dr. Jekyll es un médico de gran reputación, un sabio académico, una buena persona. Edward Hyde es un ser despreciable. Y en el medio, Mr. Utterson, un abogado que es amigo del galeno en cuestión y que trata de averiguar qué le pasa.

Dualidad

No obstante, antes de pasar a analizar la novela en su estructura. Déjenme ahondar un poco más en esto de que la trama es conocidísima y que, probablemente, sea uno de los spoilers más antiguos en la historia de la humanidad (¡pero de estos nadie se queja!). Y en relación a esto quiero decir que Mr. Hyde, el villano de esta historia, no es como me lo pintaron las películas. Yo me imaginaba un Mr. Hyde bien polenta, pijudo, un monstruo enorme con una fuerza increíble. Qué sé yo, un gigante como Hulk pero sin colorante verde; o un Mr. Hyde como lo muestran en esa película ‘La liga extraordinaria’ (una del 2003, protagonizada por Sean Connery). Y no.

Resulta que el Mr. Hyde original es una persona persona hosca, desagradable, impulsiva, malhablada, vulgar, deforme. Tiene más fuerza que el ser humano promedio, sí, pero nada del otro mundo. Y, sobre todo, es de apariencia simiesca, es más bajo de lo normal. Entonces… ¡De qué me estás hablando Willis, mi vida ha sido un engaño!

Sin embargo, la anterior descripción del antagonista va más con la trama de la novela. Porque, al tratarse de la parte mala de la personalidad de Dr. Jekyll, Hyde es un despojo, un parásito. Y ahí es donde entra esta idea de dualidad que es lo que más interesante me resultó del libro. Una dualidad que, siguiendo la línea de la novela, existe dentro de cada ser humano, la división entre el bien y el mal. Si querés, a lo Freud, el Yo y el Ello.

Y todo tiene su explicación lógica, eh. El doctor tiene sus fundamentos para crear una sustancia para escindir sus dos personalidades. Pero después, como suele suceder, una gran idea derivó en un error enorme y se salió de control. Un más de que las consecuencias de nuestros actos son imposibles de predecir en su totalidad y los peligros de llevar la ciencia demasiado lejos. Esas, quizás, sean las enseñanzas del libro.

Estructura

En cuanto a la composición de esta novela corta, también me sorprendió. El autor pone frente a nosotros 10 capítulos, un número redondo y específico, y esos capítulos los divide en dos partes muy claras en las que juega con la primera persona, la tercera persona, el género policial, el epistolar, la prosa, y por encima de todo, el rol del lector. En la primera parte, que corresponde a la investigación (más de índole policial/detectivesca) que lleva adelante el señor Utterson, el lector está ubicado en un rol de espectador. En la segunda, en las cartas escritas por Dr. Jekyll, el lector pasa a ser participante como receptor dentro del esquema básico de la comunicación. Esto ayuda a construir la intriga, el misterio, y a hacerlo parte de la historia. Ya no se depende de la mediación de Utterson.

Investigación

Indudablemente, la hábil mano narrativa de Stevenson se deja ver y también hasta dónde llevó la investigación previa. La novela gana muchísimo en verosimilitud al relacionar el conflicto imperante con el Trastorno de Identidad Disociada (el TID), que básicamente consiste en la presencia de dos o más personalidades dentro de una persona (que desconoce por completo la existencia de su otra personalidad). Una condición que en 1886, el año de publicación, todavía se estaba investigando. Claramente, quienes padecen de ello no precisan de una poción para pasar de una personalidad a la otra, pero vean y aprecien el ingenio del autor. Y, sobre todo, lo que habrá sido en su momento cuando la gente no sabía de qué iba la historia y el TID recién se estaba investigando.

En fin, es una novela corta cuya idea principal está casi más spoileada que la Biblia, pero que sigue resultando muy efectiva y es mucho más profunda de lo que parece. Es una historia de lectura rápida que, paralelamente, te abre la puerta a reflexionar sobre varios aspectos. El más importante, quizás, si somos realmente buenos o si tenemos un Mr. Hyde ahí acechando para salir a la superficie en cualquier momento.

Una frase: “El hombre no es verazmente uno, sino verazmente dos. Y digo dos, porque mis conocimientos no han ido más allá”.

Mi calificación para el libro: 4 estrellitas. Pensé que no me iba a gustar tanto, y sí.

Comentarios

  1. Recuerdo haber leído esa novela en mi adolescencia y precisamente ese Mr. Hyde no era como me lo pintaron las películas. Pero eso si, una novela excelente que creo que va siendo hora de re-leerla ahora de adulto. Saludos.

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    1. ¡Gran oportunidad para releerla! Gracias por el comentario!

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