¿Es este tu gato? Te lo devolvemo’
La historia
de hoy mezcla muchas supersticiones, brujerías y casualidades. Pero el
resultado no cambia. Encontramos un gato negro, perdido, en pleno centro de
Pilar, Buenos Aires, y queremos devolverlo. En realidad, ‘encontramos’ es mucha
gente, dijo algún día un hijo de vecino; esto le pasó a la amiga de un amigo,
no a mí. Sin embargo, la historia es enormemente irresistible como para
resistirme a contarla y, de paso, si esto se difunde lo suficiente como para
encontrar a su ser humano correspondiente, que todo quede en una bella y
hermosa anécdota. Así que si es este tu gato (el de la foto), te lo devolvemo’.
Apareció de
forma misteriosa, con su collar y ojos verdes, surgido de la noche, como si le
estuviera haciendo honor a todas esas supersticiones populares en las que los
gatos negros dan mala suerte. O en las que los gatos negros son brujas
convertidas en animales (onda, la profesora McGonagall en Harry Potter). O,
también, que los gatos negros son las mascotas preferidas de las brujas (como
Salem, el genial gato de ‘Sabrina, la bruja adolescente’). Incluso que si se te
cruza un gato negro, fuiste. Nadie piensa en los escoceses que afirman que
tener gatos negros es de buena suerte. O en los japoneses, que sostienen que
este tipo de animales atraen cosas positivas. Eso se llama relativismo
cultural, el tema del verano.
Lo cierto
es que este gato negro, que apareció en el piso 13 de un edificio a pocas
cuadras de la Plaza de Pilar (sí, un piso 13 porque con un solo augurio de mala
suerte no alcanzaba), tiene un collar verde y, por ende, el muy rufián tiene un
dueño que seguramente lo debe estar extrañando. Bueno, déjenme contarles cómo
llegó este gato a nuestras vidas. Bah, a la vida de la amiga de un amigo. Y
como dicen que Twitter es servicio, no veo por qué un blog delirante como este
no pueda serlo también.
Esto
sucedió a finales de la semana pasada, en una noche veraniega de estas de
primavera. La susodicha amiga (de un amigo) volvía a su casa después de un
arduo día de trabajo y se encontró con el gato negro merodeando por la vereda
de su edificio. Ante la consulta, el portero refirió que sí, que había aparecido
ese día, que nadie sabía quién era el dueño, y que nadie se lo había querido
llevar para darle protección. A todo esto, el gato bien cuidado y alimentado,
educado en las artes del buen comer y del buen uso de las piedritas, daba
señales de que no era un vagabundo cualquiera. Digamos, vagamente, que cayó en
desgracia y que cayó de pie en la puerta del edificio. La protagonista de esta
historia, una millenial workaholic (saludos a la Real Academia Española) que
está más en el trabajo que en su casa, dudó y se decidió finalmente por no
darle asilo político al felino refugiado. Porque no, eran ya demasiadas responsabilidades como para agregar una de cuatro patas. Así culminó el primer día.
Luego, al
día siguiente, sucedió de nuevo. Y por esto aclaramos al principio lo de las
casualidades. Volviendo en auto del trabajo, el mismo gato negro se le cruzó a
la amiga de mi amigo. Y esto despertó toda clase de especulaciones. Desde el ‘qué
gato bobo para cruzarse así’ del conductor a las imaginaciones cósmicas de la
protagonista de esta historia. Porque ella, días atrás, había querido comprarse
uno de esos gatos chinos que mueven la manito y te traen buena fortuna (o qué
sé yo, varían de acuerdo al color); pero que, quizás, hubo un teléfono
descompuesto con la ley de atracción y el universo. ‘Piden pan, no le dan,
piden queso y les dan hueso’, dice la canción infantil. Ten cuidado con lo que deseas. Así
terminó el segundo día.
Y fue la
noche del tercer día cuando aconteció lo inesperado. El gato negro salió del
ascensor en el piso 13 y lloró y lloró hasta que ella le abrió la puerta de su
piso. Y el felino enseguida se hizo dueño de casa, subiendo a los sillones, a
la cama, como si siempre hubiese vivido allí. ¿Casualidades cósmicas? ¿Gatos confites? Dirán qué divino, qué encuentro
metafísico entre dos almas que se recuerdan de tiempos pasados. Pero bueno,
incluso las almas de esos gatos deben hacer sus necesidades cuando se los deja
solos todo un día (por cuestiones laborales) y ya se imaginarán el desastre que
pudo haber causado. Cuando llegaron las piedritas, ya era demasiado tarde. El
Ragnarok ya se había desencadenado.
Así que si
es este tu gato, te lo devolvemos. Pensá que vos vas a recuperar tu gato, que
sigue comiendo, haciendo pequeños ‘ragnaroks’,
bebiendo y dejando fluir su ser (ahora en las piedritas, gracia’ a Dio’), y la
protagonista de esta historia podrá volver a su vida normal en la que,
claramente, no acostumbra a convivir con un pequeño gato negro de collar y ojos
verdes.
Ya sabés,
si es tuyo o sabés de quién es, envianos un mensaje privado al Facebook de MatiasDice en este link. Desde ya, muchísimas gracias, porque si llegaste a leer
hasta acá quiere decir que te preocupan los pequeños felinos perdidos. ¡Salud!
*Para colmo, justo hoy Instagram dio a conocer su nueva función de mensajes de voz por mensaje directo. ¿Y qué animal usaron para promocionarlo? Un gatito.
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