Diario de un seductor: como Hitch, pero a nivel Kierkegaard
Si todavía no vieron la
película Hitch, protagonizada por Will Smith, es el momento de hacerlo. Trata
sobre un profesional del amor que cobra un dinero por entrenar a otros hombres
en el arte de tener la cita perfecta con la mujer de sus sueños. Pero si
quieren algo más filosófico, profundo y existencialista, pueden empezar primero
leyendo ‘Diario de un seductor’, de Sören Kierkegaard. Una historia que, a
primera vista, puede parecer muy superficial, egoísta, y hasta odiosa en los
tiempos contemporáneos, pero que maneja un subyacente bagaje filosófico.
No pretendo hacer con
esto un análisis filosófico de la obra porque, claramente, está muy fuera de mi
alcance. Para eso habría que consultarle a algún profesor de filosofía. O a
Merlí (una serie recomendable para ver). En lo que respecta a la historia en sí
misma, está contada en su mayoría a través de cartas que le envía Johannes a la
joven Cordelia. El protagonista es un seductor nato y aplica todas sus
habilidades, tanto indirecta como directamente, para seducir y conquistar a la
mencionada mujer que lo tiene fascinado. Medio manipulador en algunas
cuestiones. Lo que pasa después ya se enterarán si leen el libro.
Para Kierkegaard,
considerado el primer filósofo existencialista, es fundamental la idea de que
el ser humano es un ser libre, enfrentado constantemente a una realidad en la
que tiene que decidir y ser responsable de sus actos. No hay ningún designio
divino ni nadie estuvo destinado a ser alguien. A grandes rasgos, todo se
limita a la toma de decisiones a lo largo de nuestras vidas y son nuestros
actos los que nos definen. Eso lo explicita en ‘Diario de un seductor’, no
obstante, pone en juego también una relación de poder que entra en juego con el
arte de la seducción. “A pesar de todo, ella no tiene que sentirse obligada por
nada hacia mí, ya que es necesario que ella sea libre; el amor solo está en
libertad, solo en la libertad está el eterno deleite del tiempo que pasa”, reza
en una de sus páginas.
En lo que respecta a la
historia en sí misma, tiene una trama bastante simple y su lectura se hace
llevadera, algo que puede no ser usual para un libro escrito en 1843. Lo
interesante, y hasta a veces desesperante, es ver cómo lleva adelante Johannes
su estratagema para seducir a Cordelia, cómo manipula maquiavélicamente sus
sentimientos sin coartar jamás (en teoría) su libre albedrío. Cabe aclarar que,
si bien no es una obra autobiográfica, ‘Diario de un seductor’ deja translucir
un episodio de la vida de Kierkegaard: cuando tuvo que elegir dejar a quien fue
la única mujer que verdaderamente amó, Regine Olsen.
Lo que más me llamó la
atención de la historia fue el poder que el autor danés le atribuye a las
palabras. Uno de los aspectos del libro que, como decíamos al principio, van
más allá de la superficialidad de la trama. Acá algunos fragmentos que me
quedaron grabados (de esos que te hacen marcar la hoja): “Incluso las palabras
más insignificantes, leídas en determinados momentos, cobran especial
importancia”; “Muchas veces la letra muerta tiene una influencia más poderosa
que la palabra viva, porque la lectura es una comunicación misteriosa y,
además, se tiene la ventaja de ser el amo de la situación…”.
En resumidas cuentas,
podemos concluir que ‘Diario de un seductor’ es una buena novela, simple, con
algunos giros interesantes, y que es mucho más de lo que deja ver (sobre todo
si entendés de filosofía). Pero cuidado, en el arte de la seducción, tal y como
está planteado en el libro, hay algo perverso y manipulador que puede resultar
chocante. Ni Hitch se había animado a tanto.
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