Paul Auster, un programa de radio y 180 historias extraordinarias



Para los que nos gusta escuchar la radio, creo que este libro es espectacular: “Creía que mi padre era Dios”. No porque las historias tengan que ver con eso, porque no tienen nada que ver, sino por cómo se gestó el libro; ahí sí la radio jugó un rol fundamental. Convengamos que no sería justo decir que lo escribió Paul Auster, más bien seleccionó y recopiló una gran cantidad de relatos que le enviaron miles de ciudadanos estadounidenses. Y ni siquiera fue suya la idea, fue de su mujer, Siri Hustvedt. En pocas palabras, una obra sumamente atrapante compuesta por 180 historias que hacen una radiografía perfecta del pueblo norteamericano de principios del tercer milenio.


Desde una gallina, a la que vieron de paseo por Portland, Oregon, y que como si fuera lo más habitual del mundo golpea con su pico la puerta de una casa para que la dejen entrar; pasando por la historia de un fantástico y misterioso músico de Nueva Orleans, Louisiana, quien murió joven cuando intentó resistirse a un asalto; hasta la asombrosa historia de encuentro y desencuentro entre dos personas alrededor del mundo. Y, por supuesto, un pibe que creía que su padre era Dios. Porque aparentemente Dios vivió en Bonners Ferry, Idaho.

Quizás lo más atractivo, que ayuda a que sea entretenido y de lectura fácil, es el hecho de que las historias narradas son cortas (no superan las dos o tres páginas). Así, el ritmo se hace vertiginoso y, si las dejás, las páginas se pasan solas. Esto, sumado al tipo de relatos seleccionados por el escritor estadounidense, hacen que el libro sea una experiencia tan profunda como divertida donde la emoción se funde con la risa, con la nostalgia… un popurrí de historias que, sin entender bien cómo, llega y conmueve. Es el fiel reflejo de cómo la vida cotidiana puede, una y mil veces, superar a la ficción más surrealista y disparatada.

Más allá de la calesita de emociones que generan las historias en sí mismas, lo que a mí me compró desde antes del prólogo fue la historia que hay detrás de las historias. A grandes rasgos, a Paul Auster le habían propuesto (desde la National Public Radio) que leyera al aire, en 1999, algunos de sus cuentos inéditos. Algo que no le interesó en el momento porque suponía sentarse a escribir periódicamente y por encargo, cuando bien podría utilizar ese tiempo en otras cosas que estaba haciendo. Fue su mujer la que le dio la idea de que él no tenía por qué escribir las historias, sino que podía abrirle la puerta al público para que participe. Y así nació lo que se llamó el Proyecto Nacional de Relatos (en inglés, National Story Project). De más de 1.400 historias de todo alrededor de Estados Unidos, Auster seleccionó solo las 180 mejores, divididas en categorías como animales, familias, disparates, amor, guerra, muerte y sueños.

‘Creía que mi padre era Dios’ es también la evidencia de que no hace falta ser Borges para escribir una buena historia. Simplemente contando un suceso de la vida cotidiana puede ser un disparador único para la creatividad. Y su autoría colectiva hace que, de tanto en tanto, te sientas identificado con lo que cuentan estas personas. Gente, capaz, tan anónima como vos y yo, pero que fueron protagonistas de historias maravillosas y que, gracias a la esposa de Paul Auster, pudieron quedar plasmadas en un libro.

En fin, fue mi primera aproximación (que prácticamente no es tal) a la obra de Paul Auster y casi de casualidad, de esos libros que agarrás en una feria y te tirás a una pileta literaria. Eso te puede salir muy mal o, como en este caso, muy bien. Es más, me animaría a decir que es un muy buen regalo para estas épocas navideñas.

Mi calificación para el libro: 5 estrellas. Una obra conmovedora en cada uno de sus 180 relatos.

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