La primera pepita de oro de San Francisco
Cuando te
digan que algo pequeño no puede modificar nada. No les creas. Contale la
historia de la primera pepita de oro de San Francisco (bah, California en general). Un hecho real que a mí
me pareció increíble y que lo encontré en un asterisco al pie de página de una
novela que leí hace un par de meses. Sí, quizás sea redundante, pero no por ser
una nota al pie de un libro de 500 páginas va a tener menos importancia. Por
eso, porque me llamó muchísimo la atención, le doy el lugar que merece en mi
blog. De cómo un pedacito de mineral de 7 centímetros terminó convirtiéndose en
una ciudad con alrededor de un millón de habitantes.
Todo
comenzó en el aserradero de don John Sutter (en inglés, Sutter’s Mill), en Coloma, California. Fue el 24 de enero de 1848
que un carpintero que laburaba allí descubrió ese pedacito de oro en el Río
Americano y ya nada volvería a ser igual. Sin el poder de convocatoria de los
medios masivos de comunicación tradicionales (mucho menos de las redes sociales),
el boca en boca hizo que cientos de miles de personas comenzaran a llegar a la
región en búsqueda de otras pepitas de oro. O la cantidad que fuera, cuanto
más, mejor. Por una piedrita de siete centímetros se desató lo que luego se
denominó la “Fiebre del Oro”.
Durante los
siguientes siete años, alrededor de 300 mil personas pasaron por California,
aumentando drásticamente la cantidad de habitantes de la región. Algo que fue
elemental para que esa región, que pocos años antes había formado parte de
México, se transformara en un importante estado de los Estados Unidos. Uno de
los ejemplos más claros es la ciudad de San Francisco. La urbe pasó de ser un
pequeño e inhóspito pueblo con poco más de 200 habitantes en 1846, a 1000 en
1848, a 25 mil en 1849, y hasta 36 mil en 1852; gran ciudad. Y, claramente, no paró de
crecer (para desgracia de los nativos de la zona) para pasar a ser la metrópoli que es en este 2019. ¡Quién lo hubiera imaginado en ese entonces!
Muchísima
gente de los estados del Este dejó de inmediato lo que estaba haciendo solo por
la ilusión de viajar al Oeste, encontrar oro y hacerse ricos. Y no solamente
desde Estados Unidos. Más o menos 60 mil chinos, 7 mil mexicanos, y decenas de
miles de inmigrantes de otros lugares como Australia, Europa y Latinoamérica.
Miles y miles de cazadores de oro en búsqueda de aventura, dejándolo todo para
muchas veces no encontrar nada. Pero bueno, supongo que por eso se le denominó
la ‘fiebre’.
Lo curioso
es que la supuesta pepita de oro que originó toda la movida en la actualidad es exhibida en el Museo Smithsonian de Historia Americana. Un lugar donde se puede
contemplar cómo algo verdaderamente tan pequeño generó lo que hoy es una de las
ciudades más relevantes de Estados Unidos.
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