No puedo ver Texas desde acá

Seguro conocen la canción. O probablemente no. "I can't see Texas from here" es una canción del rey del country George Strait y hace referencia a lo que estoy transitando en este momento. En algunas horas voy a estar volando a California y Texas va a quedar atrás otra vez, más allá de mis ojos. San Antonio, definitivamente te voy a extrañar (y a la city de Los Helotes también). 


Desde la primera vez que pisé Texas supe que había algo distinto en el aire. Hay cierta atracción entre nosotros que se me hace incontrolable. Todo sucede en Texas. Fue donde comí mi primera Whataburger, la primera vez que me subí a un Chevrolet Camaro SS, fue donde me compré mi primera jersey de los Chicago Cubs (la de Kris Bryant y que me perdone Anthony Rizzo), mis botas texanas, y seguro otras varias cosas que ahora me estoy olvidando. Obviamente, que parte de la familia te reciba con los brazos abiertos es una gran ayuda. Porque eso hace que hasta esos momentos depresivos (como ver perder a los Houston Rockets en las finales contra Golden State) sean divertidos. 

No sé que me espera ahora en California. Lo que sí sé es que si alguna vez en la vida llego a ser millonario, o medio millonario, voy a comprarme una casa en Texas. Y no se hable más. Puedo arreglármelas yendo a ver jugar a los San Antonio Spurs, a los San Antonio Missions, o hasta el San Antonio FC. Quizás algún equipo universitario. Quién sabe.

Estos últimos días fueron una locura. Una de esas locuras bienudas. Qué sé yo. Ir a ver un partido de béisbol de lo que sería segunda división y no hacerlo porque te guste ese equipo en específico, sino por la experiencia. Vivir el ambiente del béisbol es genial en cualquiera de los niveles. Y esta vuelta estábamos justo atrás del catcher, a metros de la red que contuvo todos esos pelotazos que podríamos haber ligado tranquilamente. 

Y estar sentado ahí, tomando una birra, viendo un partido trágico para los locales, escuchando a una señora atrás alentando a los jugadores, ver un home run, darte cuenta que al lado tenés cazatalentos de la MLB que están evaluando si alguno de los jugadores de ahí vale la pena. Y al mismo tiempo, escuchar el repetitivo y ceremonioso cántico de un viejo que dice 'cold beer, cold water, buy your cold beer', mientras el calor te abraza y las gotas de sudor se van despidiendo del cuerpo. Menos mal que estábamos a la sombra. No tiene precio. 

Ya casi tengo el cartón lleno de experiencias vividas en este viaje y todavía me queda otra semana. Voy rumbo a San Diego y Los Angeles. No sé qué será de mí manejando un auto alquilado (y automático) en la East Coast. Lo único que tengo son las valijas hechas y los pasajes. Tendré que ir con la canción de la serie The OC a todo lo que den los parlantes. Esa que dice: 'California, here we come!'. 

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