Y dale con la trompetita
Tengo que
decirlo. Creo que durante la (¿primera?) cuarentena me desempeñé bien, desplegando una constancia con ‘Mi Madrid Diario del Coronavirus’ nunca vista.
De hecho, había tratado de hacer algo parecido cuando estuve viviendo en Chicago y creo que metí tres publicaciones nomás… en seis meses. Pero claro,
evidentemente pasaron varios meses de tranquilidad en esta casa y, una vez
finalizado el confinamiento, empezamos a escuchar estruendos que turbaron
nuestro ambiente sonoro.
Los lunes,
clases de canto; los martes, clases de trompeta; los miércoles, de percusión,
bombos, bongós, batería, batucada; los jueves, canto lírico; los viernes, de
saxofón. Y así. Y encima ahora, como es de día hasta como a las nueve y pico de
la noche, las clases son hasta las nueve y pico de la noche. Deu meu! Para
colmo, mi ventana que da a una medianera, da justo a la medianera que nos
separa de la escuela de música. Así que, imagínense, fantástico. Es por eso
que, muy sabiamente, uno de mis compañeros de casa gritó hace poco: “¡Y dale
con la trompetita!”.
Puedo estar
exagerando una milésima. Pero piensen una escena en la que se sientan en el
pasto del patio delantero de la pensión, en la sombrita, con intención de leer
un buen libro, unas dos horas antes de que se activen los aspersores a las
19.55hs, y de repente, los improbablemente futuros Ringo Starr y Roger Taylor
empiezan a darle a la batería. Lo mismo cuando intentás ponerte a laburar
escribiendo guiones o, mejor, dormir una siesta.
En fin, es
la armonía de la vida que me toca en Madrid. Un día escribiendo un poema sobre el sonido del silencio y otro día quejándome de estruendosas clases de música.
Pero vamos, mirándole el vaso medio lleno a la situación, el alumno de saxo,
por suerte, sabe; y, en general, prefiero mucho más esto a los insoportables
vecinos que tenía en Buenos Aires. Además, son este tipo de cosas las que nos
unen más como compañeros de casa, tener un enemigo común (?). Por otra parte,
mirándole el vaso medio nostálgico al asunto, todo esto me hace extrañar mis
clases de guitarra con don Juan Gabriel Montanari.
Eso es
todo. El anterior divague era simplemente para ver si puedo retomarle un poco
el ritmo a este querido reducto bloguero/literario. Y es en ese mismo espíritu
random que les comparto algunas cosillas que leí y escuché en este último tiempo
que me gustaron mucho. Por un lado, el nuevo y largamente esperado blog de mi
camarada Serenito: https://adondeyque.com/. Y por otro, un gran podcast (orquestado
por Teo Rodríguez) de solo cuatro episodios para los que nos copa el mundo de
las ficciones sonoras: https://open.spotify.com/show/3GWDSdYdtY9Z04s7ADt3lc. Ah, y esta publicación sobre qué
pasa con los amigos cuando te mudás de país que me llegó al cora: https://medium.com/@florcolacito/359-d%C3%ADas-en-nueva-york-la-amistad-348f33f6d8b6.
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