Reportaje #19 - Facundo Flores: Vivir en India y Nepal siendo un argentino budista tibetano
Hemos hablado antes en este blog sobre un particular viaje por América Latina. Ahora, en estos tiempos de pandemia, aprovechamos para realizar otro viaje. Y nos subimos a los recuerdos de un joven psicólogo de 27 años, de Pilar, Buenos Aires, a quien la vida lo llevó en un viaje espiritual por India y Nepal, pasando primero por España, Portugal, Francia, Marruecos y Nueva Zelanda. Una odisea que empezó un 17 de mayo de 2018 y terminó hace apenas algunas semanas, con el vuelo sanitario que lo llevó de vuelta a Argentina en medio del coronavirus. El décimo-noveno reportaje de Matias Dice Blog es a Facundo Flores y su experiencia en India.
Un pasaje de ida. La oportunidad de continuar sus estudios en budismo tibetano en los Himalayas indios y la necesidad de unas vacaciones de su trabajo en psicología fueron la conjugación perfecta. “Quería irme a India a hacer unas prácticas que requieren mucha diligencia y que, con el ritmo de Buenos Aires, era difícil”, señaló. Previo paso por Europa, Facundo Flores llegó a India en julio de 2018, el país donde nació el budismo, con una visa de turismo que le requería salir del país cada tres meses para renovarla. Por eso, su estadía se dividió principalmente entre el estado de Himachal Pradesh, al norte de India, y Nepal.
Al principio, cuando recién llegó al país
asiático, estuvo viviendo en la casa de un Lama (un maestro del budismo
tibetano) con el que ya había hecho contacto desde Argentina. “Me daba las enseñanzas
en su casa, las prácticas, pero era todo muy cómodo porque él tiene un
asistente y eso no era lo que yo estaba buscando, yo quería otra cosa”,
comentó. Fue por eso que decidió irse a la pequeña ciudad de Tso Pema (o Rewalsar), de apenas 4.000 habitantes. Un lugar sagrado por su lago y sus cuevas, habitadas por
monjas budistas, que lo hacen un punto clave en el peregrinaje para esa
religión. Allí, Facundo alquiló una habitación y fue donde comenzó su verdadero aprendizaje. Después, también viviría un tiempo en Dharamsala, ciudad en donde
reside el decimocuarto Dalái Lama.
Facundo Flores (FF): En India, mayormente en transporte
público. Si no, si íbamos en grupo, en taxi. Pero, por ejemplo, en Dharamsala
siempre hacía dedo porque para llegar hasta el templo del Dalái Lama hay que
subir hasta la cima de una montaña.
MD: ¿Y con el tema del
idioma?
FF: Al haber sido una colonia británica,
en India hay bastantes personas que hablan inglés. Así que, en general, te
comunicás en ese idioma. Los textos y las enseñanzas, está todo traducido al
inglés.
MD: ¿Y culturalmente
cómo te aggiornaste? Porque imagino que
debe ser muy distinto todo.
¡Uf! Es que uno, a priori, piensa India como
una sola cultura, pero India es el verdadero Estados Unidos. Cada 50 kilómetros
cambiás de estado y cambia todo: el idioma, la idiosincrasia, las costumbres.
Es todo muy diverso. Hay rasgos comunes, obvio, pero sí. Y la verdad que es
fuertísimo porque no hay nociones del espacio personal, de la distancia, de la
calma, del ruido. Quizás son las siete de la mañana, tu vecino está haciendo
ruido en la puerta de tu casa, y nadie se queja, nadie se molesta. La noción
del tiempo es otra. Me acuerdo, de repente, de estar viajando en bondi y nos
encontramos con un derrumbe de la montaña bloqueando la ruta. Y la gente
diciendo que ‘nos quedamos acá hasta que venga mañana alguien a sacarnos’. Y se
quedan. No se queja nadie, nadie refunfuña, nadie putea. Es todo así. Se acepta
como es.
MD: ¿Pero a vos te
llegó a pasar eso de quedarte en la ruta?
FF: Sí, me quedé un par de horas y
después agarré viaje. Me fui caminando.
"Estuve un año en India haciendo retiros, tomando enseñanzas, estudiando, sin laburar, vivía muy barato, pero practicando lo que había ido a hacer".
Por otra parte, en lo que concierne a lo
cultural, Facundo se refirió a la fama que tienen los indios por ‘ser muy
chantas’ al momento de comprar y vender. Con una tendencia a elevar
estratosféricamente los precios de las cosas cuando el que llega a comprar es alguien
de tez blanca. “Piensan que, por ser blanquito, ganás en dólares; entonces
siempre te tiran un precio que, si vale dos, te lo van a querer vender a 70…
ahí vos tenés que ofrecerle menos y así llegar a un valor intermedio”, explicó.
MD: ¿Qué pasa cuando
les decís que sos argentino? Por experiencia personal sé que enseguida te
suelen nombrar a Messi o a Maradona, ¿no?
En India, más o menos. Los tibetanos sí.
Siempre iba a lugares donde hay colonias tibetanas. Ellos sí tienen mucha
conexión con el fútbol. Y en Nepal es increíble. Juegan al fútbol a las siete
de la mañana, les decís que sos argentino y es como si les nombraras a Buda.
Enseguida te salen con Messi, Maradona, es impresionante.
Acá vamos a detenernos un poco para dejar en claro el tema del Tíbet y las colonias tibetanas presentes hoy en India. El Tíbet, patria del pueblo tibetano, es una región situada al noreste del Himalaya, sobre una meseta con una altitud media de casi 5.000 metros. Algo que la hace la región más alta del planeta. Era un país rodeado por montañas, aislado del mundo, y cuya cultura estaba prácticamente dedicada al budismo. En 1950, China invadió la zona, decimando a la población de tal manera que sus habitantes debieron exiliarse. Entre ellos, el Dalái Lama, que se radicó en la mencionada Dharamsala. En la actualidad, existen muchas colonias en India de refugiados tibetanos. “’Islas de paz’ les llamo yo, entre el caos de los indios”, comentó Facundo.
Y este caos que menciona nuestro
entrevistado es más que comprensible. India es el segundo país más poblado del
mundo con alrededor de 1.300 millones de habitantes, solo por detrás de China.
Solo en Nueva Delhi, su capital, residen más de 20 millones de personas, la
mitad que la población de Argentina. “Es muy intenso en todo sentido, en
olores, en colores, en ritmos… pero bueno, te acostumbrás”, dijo Facundo.
MD: Con respecto a la higiene imagino que también es diferente el tema
cultural, ¿no?
FF: Sí, es
súper precario. Tanto en Nepal como en India. Nepal está más adaptado a los
occidentales porque viven mucho del turismo, con los trekkings en las montañas,
es muy cheto. Pero India, olvidate. Es venir y bancársela. Ha mejorado mucho
con el tiempo, pero la gente come con la mano, hay mierda en la calle por la
cantidad de animales que hay, pisás mierda todo el día. Pero no es que la pasás
mal, te vas acostumbrando a vivir así. Yo creo que, por ejemplo, recolección de
basura solo vi en Tso Pema. Después, la basura se tira y se quema ahí en la
calle. Es muy precario.
Sin plata y a Nueva Zelanda
“Estuve un año en India haciendo retiros,
tomando enseñanzas, estudiando, sin laburar, vivía muy barato, pero practicando
lo que había ido a hacer”, señaló Facundo. Y continuó: “Terminadas las
prácticas, me estaba quedando sin guita, entonces ahí fue la incertidumbre de
qué hacer; por eso, en agosto del año pasado decidí irme a Nueva Zelanda, que
tenía un conocido de Buenos Aires ahí… me fui sin papeles, sin visa ni nada”. A
lo que añadió, entre risas: “Creo que, si no fuiste inmigrante ilegal siendo
latino, fallaste en la vida”.
En Nueva Zelanda se quedó en un solo lugar: la isla de Waiheke. Una isla, al norte de Auckland, conocida históricamente por ser un pequeño paraíso hippie y, a la vez, por ser el lugar donde fue saboteado el ‘Rainbow Warrior’, el buque insignia de Greenpeace, allá por 1985. Es más, algunos miembros de la tripulación original todavía viven allí. “Entonces la isla tiene como esa onda relajada, ambientalista, ecologista, hippie, está muy piola”, indicó.
En la isla, Facundo trabajó en todo lo que
pudo, ya que el plan, justamente, era ahorrar dinero para volver a India y
continuar con sus prácticas budistas. “Laburé en un barco ayudando a un chabón,
después pintando casas, haciendo jardines, pozos, zanjas, muros de contención,
a lo último estaba instalando tanques sépticos, hice de todo; aprendí a usar
herramientas, a hacer un montón de cosas”, comentó.
Volver y a la cuarentena
El plan tuvo éxito. Y pudo volver a India a seguir con su aprendizaje. Pero, como a todos los que venimos
transitando este desdichado 2020, la infame cuarentena lo agarró estando en
Nepal. Por suerte (si cabe la expresión), estar encerrado para evitar el
contagio no le significó un cambio drástico en su estilo de vida. Porque,
básicamente, lo suyo era estar solo y encerrado llevando adelante sus
prácticas. “Pero a la vez fue medio choto porque no podía hacer nada, a mí que
me gusta visitar lugares y moverme”, agregó.
Por otra parte, para el común de los nepalíes sí que fue difícil. “Les cuesta más porque, como te dije al principio, no tienen las nociones del espacio, del distanciamiento, no se saben ni poner el barbijo”, explicó Facundo. “Es muy loco porque el sentido común parece que nunca es común ni en India ni en Nepal”, continuó.
Un vuelo sanitario de
Nepal a Argentina
El vuelo de regreso estaba completo. No sobraba ningún asiento en aquel vuelo sanitario que repatrió a nuestro protagonista después de dos años estando fuera del país. Un viaje que, quizás, de no haber sido por el coronavirus, hubiese seguido un tiempo más. “Para mí era impensado volver, más por el tiempo que pasó y en las circunstancias que tocaron; en Argentina está todo cambiado, se siente que la economía se fue deteriorando, como esa casa vieja a la que ya no vale la pena hacerle refacciones”, reflexionó Facundo.
MD: ¿Es el mismo
Facundo Flores el que se fue de Argentina en 2018 y este que vuelve en 2020?
FF: No. Y no soy el mismo de hace un
día, eso es la enseñanza del budismo. Si bien tenemos esta ilusión de que somos
la identidad permanente y sólida, en realidad, cambiamos todo el tiempo nuestros
sentimientos, nuestros pensamientos. Y creo que, cuanto más lo recuerde, más
significativo va a ser este viaje y todo. Pero sí, uno lo olvida también a
veces, uno se deja engañar por la aparente continuidad de las cosas.
Otro de los momentos más significativos fue el reencuentro con la familia y con las amistades. En este segundo caso, remarcó que a veces volver a ver a ciertas personas es algo ‘muy fuerte’. “Porque yo, en los 700 y pico de días, viví cosas distintas todos los días, aprendizajes todos los días, y uno cambia y acá la rutina de la gente sigue igual o sigue la misma continuidad”, apuntó. “Y yo siento que viví mil vidas en el medio, que cambié la piel mil veces; entonces es muy loco volver y sentir eso, como si volviera a conocer de cero a personas que, en realidad, ya conozco”, añadió.
Experiencias
Entre esas 700 y pico de cosas distintas que le
tocaron vivir, vamos a destacar dos que surgieron durante la conversación. Una
en la frontera entre España y Marruecos, semanas antes de llegar a India. Y la
otra, ya en el populoso país asiático, recuperándose de la infección de una
bacteria cuyo tratamiento lo dejó momentáneamente ciego.
Esto sucedió en la ciudad autónoma española de
Ceuta, en la orilla africana del estrecho de Gibraltar, en la frontera con
Marruecos. Según Facundo, allí el paso de un país a otro es “como si fuese el
peaje de Panamericana”. Parado ahí, confundido y sin saber adónde ir (porque no
veía ninguna parada de colectivo ni nada), lo único que destacaba en el
desértico paraje era “una cola infinita de gente con carpas, al rayo del sol,
en lo que sería la banquina, y estaban haciendo quilombo porque no estaban
dejando pasar ni mercadería ni gente”.
En ese ínterin, se baja un hombre de una camioneta negra frente a él, vestido con ropa de fútbol del Borussia Dortmund alemán, anteojos, pelado y con barba. ‘Amigo, ¿dónde vas?’, dijo el misterioso y desconocido marroquí, en un español con acento raro. Como para sacárselo de encima, Facundo recurrió a una de las dos ciudades que le había descrito su papá sobre sus viajes: Tetuán. A lo que la respuesta del marroquí, contrario a las intenciones del psicólogo argentino, fue: ‘Vamos, te llevo’.
“A todo esto, yo me había informado en un blog
que decía que los marroquíes primero te dicen que no te cobran y después sí,
entonces le dije que no tenía plata, y me dijo que me llevaba gratis”, relató
Facundo. Acto seguido, estaba viajando con un desconocido que apenas adivinaba
algunas palabras de español y en un país en el que nunca había estado. Cuando
el anfitrión agarró el celular y empezó a hablar en árabe, Facundo pensó: “Chau,
acá me está llevando a que me filmen mientras me cortan la cabeza”.
Y resultó ser que no. En Tetuán, el hombre lo
invitó a quedarse en su casa, a comer, lo llevó a recorrer la ciudad en moto, incluso
llamó a uno de sus hermanos que habla español. “A día de hoy sigo en contacto
con ellos; la verdad que fue una experiencia increíble, a veces está bueno
confiar en la bondad de la gente”, señaló.
Aparentemente, en palabras de Facundo, por sus indagaciones posteriores sobre el tema, los marroquíes son así. “Otros viajeros me dijeron que eso, que no es nada fuera de lo común; después me contaron que, en el Corán, Alá dice que hay que asistir a los viajeros, es como una especie de mandamiento o algo así; pero me pareció súper lindo eso, también me ayudó a desmitificar el ver a la religión musulmana como de terrorista”, explicó.
Ciego
Volvemos a India. Facundo, solo en la casa,
agonizando con un dolor que parecía ser una apendicitis aguda. Desesperado,
salió, hizo dedo y paró un auto que, viendo el estado en el que estaba, lo
terminó llevando al hospital. “Ahí me tiré en una camilla y le dije a la
enfermera que me doblaba del dolor; la enfermera no me explicó un carajo, me
puso una inyección y, de repente, dejé de ver”, narró. “Y ahí fue como que,
bueno, me relajo y ya está, un poco de aplicar lo que uno aprende en el
budismo, que es en parte prepararse conscientemente para el momento de la
muerte; y ahí me entregué y me quedé dormido”.
El sueño eterno no fue tal. Al despertar, veía
un poco nublado, pero ya se sentía mucho mejor. Al comentarle esta misma
historia a la enfermera, ella “se cagó de risa y me dijo que el medicamento ese
a veces te saca la visión”. Nunca supo qué bacteria tuvo, pero sí que es una
que afecta al intestino y que es bastante común en India.
MD: Y la pregunta de
rigor… ¿Tenés algún autor o libro favorito para recomendar?
FF: ¿Pueden ser tres? ‘Más allá del
materialismo espiritual’, de Chögyam Trungpa; ‘Tú también puedes ser budista’ y
‘¿El gurú bebe Bourbon?’, de Dzongsar Jamyang Khyentse.
Grande facu!!!! gracias por compartir tu experiencia y a mati por esta increible nota
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