Una radio, una lámpara y una alfombra



En uno de estos tantos mails a los que estoy suscripto me llegó una frase que me dejó pensando. “Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas”, dijo alguna vez un tal Frank A. Clark, un político estadounidense. Me dejó pensando en una radio a pilas que me compré en un chino, una lámpara que pedí que me regalaran en el juego del Amigo Invisible, y una alfombra que me compré después de que me visitara mi familia. Les voy a explicar por qué. Pueden leerse todo o, si quieren, saltearse hasta el final, que les voy a copiar uno de mis poemas preferidos. Que ese sí vale la pena.


Empecemos por la radio. Los que me conocen saben que me encanta la radio. Más que nada, la radio hablada. La AM en Argentina. Aunque supongo que acá en España también. Verán, me vine al Viejo Mundo a hacer una maestría en radio y televisión, pero más que nada por la parte de radio. Que, déjenme decirles, valió la pena. La de tele, bueno, estamos viendo.

Pero en esas primeras semanas que los profesores nos preguntaban qué emisoras de radio españolas escuchábamos, claro, yo no tenía ni puta idea. Así que uno de los primeros artefactos que me compré fue una radio. Divino tesoro. Es una pequeña radio portátil a pilas (una ‘Spica’ para el uruguayo que vive conmigo), del tamaño de la palma de mi mano, plateada por delante, negra por detrás, y que, poderosa, me acompaña cuando me despierto, cuando cocino, como, lavo los platos, cuando escribo en el blog, o cuando estoy al pedo, básicamente. Siempre en la misma emisora: Radio Nacional de España. Que, si alguna vez llego a trabajar ahí, será un sueño hecho realidad. Quién diría que a cambio de un par de monedas en un chino se pudiese adquirir algo tan lleno de valor.

La lámpara también tiene lo suyo. Fue uno de los regalos que me hicieron en el juego del Amigo Invisible en la universidad, para fin de año. Y sí, cuando preguntaron qué queríamos, yo dije una lámpara para la mesita de luz. Porque hasta ese entonces no podía leer de noche porque la luz del cuarto no es muy intensa que digamos. Me faltaba algo. Era eso, una lámpara. Porque ¿por qué no se puede ser práctico en el Amigo Invisible? ¿Qué es eso de siempre andar pidiendo chocolates? No, esta lámpara siempre significará mucho más. Por siempre agradecido a la canaria que, pudiendo haber optado por hacer la fácil y regalarme golosinas, cumplió mi deseo.

Y la alfombra, qué decirles. Cuando vino a visitarme mi familia me comentaron que mi abuela decía que siempre había que tener una alfombra a los pies de la cama. Y la verdad, teniendo una casera tan amarreta con el tema de la calefacción, y un piso tan frío en este invierno madrileño, fue la combinación perfecta. Es asombroso lo que puede hacer la nostalgia con los objetos. De algún modo, los empodera. Y ahora donde vos ves una simple alfombra, yo veo el calor familiar que me mantiene los pies calentitos.

Entonces, volviendo a la frase de don Clark, no sé si llegaré a hacer algo grande o no estando acá en Madrid. Lo que sí sé es que ya tengo, por lo menos, tres de mis pequeñas cosas bien identificadas, y son todo lo que está bien.

El poema que les dije es el siguiente, que creo que ya lo habré mencionado alguna vez en este blog, y que creo que, de alguna manera, está conectado con todo este descargo emocional que acabo de hacer. La única salvedad es que está en inglés y no lo pienso traducir. Se llama ‘Famous’ y es de la poeta estadounidense Naomi Shihab Nye.

Famous

The river is famous to the fish.

The loud voice is famous to silence,   
which knew it would inherit the earth   
before anybody said so.   

The cat sleeping on the fence is famous to the birds   
watching him from the birdhouse.   

The tear is famous, briefly, to the cheek.   

The idea you carry close to your bosom   
is famous to your bosom.   

The boot is famous to the earth,   
more famous than the dress shoe,   
which is famous only to floors.

The bent photograph is famous to the one who carries it   
and not at all famous to the one who is pictured.   

I want to be famous to shuffling men   
who smile while crossing streets,   
sticky children in grocery lines,   
famous as the one who smiled back.

I want to be famous in the way a pulley is famous,   
or a buttonhole, not because it did anything spectacular,   
but because it never forgot what it could do.

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