‘Las aventuras de Huck Finn’ siguen vigentes aún en 2019
En 1935,
Ernest Hemingway aseguró que toda la literatura moderna norteamericana proviene
de ‘Huckleberry Finn’. Yo no soy quien para contradecir a tan prestigioso
autor, ni tampoco sé si me alcanzarían los argumentos en tal caso. ‘Las
aventuras de Huckleberry Finn’, un libro al que me cansé de sacarle fotocopias
en la librería que trabajé, no me voló la cabeza como historia en sí misma. Sin
embargo, al poner en juego el contexto espacio-temporal en el que fue escrita,
entiendo por qué Mark Twain marcó un antes y un después en la literatura
estadounidense con esta novela.
Fue en
febrero de 1885 cuando se publicó este escrito que toma uno de los personajes
de su predecesora ‘Las aventuras de Tom Sawyer’ y lo desarrolla a pleno.
Básicamente, narra un fragmento de la vida de Huck Finn, un pibe constantemente
abusado por su padre alcohólico que decide escaparse en una balsa por el río
Mississippi. Todo el viaje es una evaluación de conciencia en la mente del
pequeño, que pugna por sobreponerse a lo socialmente aceptado en aquella época,
como el racismo y la esclavitud, en un debate interno sobre el bien y el mal.
Vale
destacar que durante sus primeros años este libro fue prohibido (por su
lenguaje) y ampliamente criticado, tildado de vulgar. Twain ubica al narrador
en la primera persona, siendo la voz del propio Huck el que cuenta sus
aventuras, utilizando su perspectiva de cómo hablaba la gente de ese tiempo. Y
sin ninguna floritura. Ese recurso, amén de los profundos temas que pone sobre
la mesa, fue el que años después le endilgó el reconocimiento como una de las
mejores novelas norteamericanas de todos los tiempos.
En mi
opinión, si bien hay problemáticas que todavía son, desgraciadamente, de
actualidad y eso le da vigencia (algo que también sucede con otro libro del autor, ‘Un yanqui de Connecticut en la Corte del Rey Arturo’), el discurrir de
la historia se torna algo repetitivo. La aventura en balsa por el Mississippi
sí, está cargada de una mística irrepetible, hasta diría que uno siente que
está viajando junto a los personajes. El problema de la repetición, para mí, es
cuando se bajan de la balsa. Así es como divide las aventuras y deja entrever
una estructura bastante rígida. Nos bajamos de la balsa, algo pasa, Huck se
escapa, vuelve a la balsa, y así. Esa es la sensación. Aunque hay ciertos
pasajes memorables.
En
definitiva, es fácil ver cómo y por qué ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’
tienen una gran influencia en la literatura norteamericana que vino después. ¿No
es acaso el fugitivo estadounidense que se rebela y escapa sin rumbo por las
rutas del país uno de los estereotipos más recurrentes de las novelas de EEUU?
Si no lo es, pega en el palo, eh. En este caso, cambiás las rutas por el gran
río Mississippi que, aunque no tenga nada que ver, tuve el placer de cruzar.
La historia
es liviana en lo que respecta a la trama, pero tiene como trasfondo una crítica
sociocultural de la época que la eleva por sobre sí misma. ¿Vale la pena
leerla? Sí, totalmente. Como todo gran viaje lo mejor no está ni al principio
ni al final, sino en la travesía. Y esa, con la pluma de Mark Twain como
garantía de confianza, es la mejor descripción para esta novela de aventuras.
Mi
calificación para el libro: 4 estrellas.
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