'Los tres mosqueteros' y la esgrima literaria de Dumas
Es mi deber comenzar esta reseña diciendo que llegué a ‘Los tres mosqueteros’ con un miedo bárbaro. Después, resultaría ser infundado. Pero empecé a leerlo con pánico. ¿Por qué? Porque, en este 2020 mi idea era incorporar más clásicos a mis lecturas habituales. Y justo antes de dar rienda suelta a las aventuras de Athos, Porthos, Aramis y D’Artagnan, venía de leer ‘Grandes esperanzas’, de Charles Dickens. Como habrán visto en la correspondiente reseña, no me fascinó tanto. El problema era que para esa novela en particular de Dickens no tenía grandes expectativas de entrada, no sabía qué esperar. En cambio, para los mosqueteros, era una cuestión de vida o muerte. Por suerte, es una genialidad, y en las siguientes líneas te explicaré el motivo.
Como ya sabrán, porque estos espadachines
franceses ya prácticamente forman parte del saber cultural popular, esta obra
cuenta la historia de D’Artagnan, un joven de unos veinte años, que deja su
Gascuña natal (una región al suroeste de Francia) para intentar ingresar en el
prestigioso cuerpo de Mosqueteros de la Guardia de París. Los mosqueteros eran
los soldados más grosos del reino, siendo los protectores exclusivos del rey,
en ese entonces, Luis XIII. Es en esa aventura que el joven e intrépido
D’Artagnan conoce a los famosos tres mosqueteros que dan nombre a la novela,
que, para mi sorpresa, es el comienzo de la llamada ‘Trilogía de D’Artagnan’. Sus
secuelas son, respectivamente: ‘Veinte años después’ (1845) y ‘El Vizconde de
Bragelonne’ (1847).
‘Los tres mosqueteros’, publicada primero como
folletines por el periódico Le Siecle,
entre marzo y julio de 1844, es una
historia que posee todos los condimentos. Hablamos de intrigas, conspiraciones
de la realeza, estratagemas diabólicas de un personaje grandioso como es el
cardenal Richelieu, amoríos, infidelidades, acción en cada escena en la que los
mosqueteros desenfundan sus espadas, y mucho más. Hasta, incluso, tiene su
toque de humor en algunos pasajes. La verdad es que, como me suele suceder también con
Julio Verne, para ser un libro de más de 600 páginas y escrito a mediados del
1800, es muy entretenido.
Es destacable también la forma en que Dumas
estructura y desarrolla la historia, dirigiendo el hilo conductor de la misma
por entre personajes principales y personajes secundarios, cada uno contando,
por momentos, su perspectiva sobre los mismos acontecimientos. Más llamativo
incluso es que, como narrador, Dumas no se esconde. Va llevando al lector como
si de un maestro de ceremonias se tratase, realizando intervenciones al estilo
de (y parafraseo) ‘pero ahora, dejemos a D’Artagnan y veamos qué está haciendo
el cardenal Richelieu’, y así. Como si, de hecho, la historia estuviese
sucediendo aquí y ahora, y Dumas nos condujera la atención como lo hace alguien
jugando a ‘Los Sims’.
Y esa modalidad se torna, en algún punto,
necesaria. Porque hay varias tramas simultáneas y son todas importantes. Está
la principal, si se quiere, que es la que sigue la vida del joven D’Artagnan, la
del cardenal Richelieu y sus conspiraciones para mantener al rey comiendo de su
mano, la del rey, la de la reina Ana de Austria y sus amoríos, la de los tres
mosqueteros (Athos, en particular), la de la misteriosa Milady de Winter, y
algunas más.
Por otra parte, algo que me gustó mucho también
es el especial énfasis que pone el autor en el desarrollo tanto de D’Artagnan
como de los mosqueteros. Y lo hace prácticamente desde el vamos, dedicándole un
capítulo a cada encuentro que tiene el intrépido gascón con cada uno de ellos.
Ya ahí se dejan ver las actitudes y características diferenciales de los tres
mosqueteros: Athos, serio, callado e inteligente; Porthos, fuerte e impulsivo;
Aramis, paciente, técnico y bastante enamoradizo, pese a sus evidentes inclinaciones
religiosas. Esto, si son lectores habituales de este blog lo sabrán, me
fascina. El desarrollo de los personajes.
Lo maravilloso es que sus más de 60 capítulos
se me hicieron sumamente entretenidos y llevaderos. Siempre pasando de una
batalla a una conspiración, o a un duelo, y así. Quizás sí se me hizo un poco
lento cerca del final en donde, no sé por qué, Dumas le dedica varios capítulos
a una historia secundaria (protagonizada por la misteriosa Milady de Winter)
que se podría haber resuelto de una forma mucho más resumida. Pero bueno, unos
tres o cuatro capítulos no osarán quitarle el brillo a los otros sesenta y
pico. Especialmente, hay uno que me pareció sensacional y es en el que los
cuatro amigos se sientan a desayunar en el medio del campo de batalla para
ganar una apuesta (por motivos que no voy a ventilar en esta reseña) y,
mientras, van repeliendo los ataques del enemigo.
En fin, mis temores iniciales probaron ser una
falsa alarma y ‘Los tres mosqueteros’ es, sin dudas, una novela magnífica.
Sobre todo, si lo que te gusta es la aventura, lo medieval, la intriga, y las
historias de amor. Este libro es una verdadera joya y la prueba, al menos a mi
criterio, de que todos necesitamos más Alejandro Dumas en nuestras vidas. ¡Y
nunca es tarde para empezar!
Otras curiosidades
No quería dejar pasar esta reseña sin comentar
algunas cuestiones que me parecieron curiosas, tanto durante la lectura como en
la pequeña investigación que uno hace después de leer algo que lo deja bien
manija. Primeramente, las referencias directas que Dumas hace de otros clásicos
como ‘El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha’ (1605), de Miguel de
Cervantes Saavedra, y ‘Los viajes de Gulliver’ (1726), de Jonathan Swift, más
que nada durante la presentación de D’Artagnan. Prueba de que Dumas era tan
lector como todos nosotros.
Y, en segundo lugar, el hecho de que se inspiró
en personajes y hechos reales, aunque sin una gran rigurosidad histórica (que
no me preocupa para nada). Pero más allá de eso, saber que realmente existió un
D’Artagnan, un Athos, un Porthos y un Aramis. Qué piola debe ser quedar
retratado, al menos en nombre, en una novela clásica de la literatura
universal. Los invito a buscar las historias de Charles de Batz-Castelmore,
conde de Artagnan; de Armand Athos; de Henri d’Aramitz; y de Isaac de Porthau.
Curiosamente, todos gascones. Y más curiosamente aún, dos de los tres
mosqueteros habrían sido realmente primos (Athos y Porthau) del Conde de
Troisville, capitán de los mosqueteros (Treville, en la novela); y a su vez,
Troisville habría sido el tío de d’Aramitz. Qué locura, ¿no? Es como si Dumas nos hubiese jugado una esgrima literaria. Aguante todo.
Una frase: “Nada hace ver al futuro tan
brillante como mirarlo a través de un vaso de Chambertin”.
Mi calificación para
el libro: 5
estrellas. Todos para uno y uno para todos.
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