Un incipiente Fontanarrosa



Digámoslo de entrada como para no causar falsas expectativas en usté, lector. ‘Los trenes matan a los autos’ no es el mejor libro de cuentos de Fontanarrosa. Y hay una explicación lógica para ello. De todas formas, esta recopilación de ‘cuentos’ combina estilos de una manera que podemos tildar de vertiginosa y en algún momento repunta. Bah, con repunta me refiero a que el Fontanarrosa que conocimos se deja ver.


Cuando pongo ‘cuentos’ así, entre comillas, es porque se puede decir que varios no son cuentos, son relatos. Algo similar me pasó con el “Messi es un perro y otros cuentos”, de Casciari. No son cuentos. No obstante, salvando ese pequeño detalle, volvamos a Fontanarrosa. A ese ‘…Fontanarrosa que conocimos se deja ver’. ¿Por qué digo esto? Pues porque ésta fue la primera publicación de cuentos del Negro, en 1973, y el Fontanarrosa de 30 años (que podemos asumir que varios de esos relatos los escribió de más joven) todavía no habíase desarrollado en su completo esplendor. Porque varios de esos relatos, si no están metidos en un libro que dice ‘Fontanarrosa’ en la tapa, no pensarías que fuesen de él.

Pero bueno, nadie nace genio. Hay un proceso detrás de todo y de todos. Y creo que en este compendio de relatos se deja translucir un poco eso. A ver, en ningún momento estamos diciendo que es malo. Los relatos son buenos en su mayoría. Pero no más que eso. Entonces el shock viene en parte porque uno está acostumbrado a asociar a Fontanarrosa con algo mejor. O, no sé si mejor, algo distinto. Porque, si bien está la semilla del humor en varias de las historias, también hay una faceta oscura que luego el autor discontinuaría en sus obras posteriores.

De todas maneras, es un libro cortito y eso ayuda. Apenas pasa de las 120 páginas. Además, el hecho de que varios de esos relatos sean muy breves (a veces, en demasía), hace que con el correr de las hojas vaya tomando un ritmo vertiginoso. Cualidad que puede tomarse como algo positivo o negativo. Lo dejamos a vuestro criterio.

Entre mis favoritos: ‘Ismael sangraba’, ‘Todas las tardes’, ‘Defensa de la derrota’, ‘Chatarra’, ‘Un mozo’, y ‘Los nombres’. Éste último me quedó grabado en la memoria porque me recordó aquel discurso sobre el sonido de las malas palabras que dio Fontanarrosa en un Congreso de la Lengua. En este relato es la misma idea pero con los nombres de los jugadores de fútbol y cómo los pronuncian los relatores.

En fin, como decíamos al principio, no es lo mejor de Fontanarrosa y espero en estos párrafos haber conseguido explicarles el porqué. Igualmente, vale la pena leerlo para conocerlo al Negro aún más.

Mi calificación para el libro: 3 estrellas.

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