Las monjas traficantes

La historia de las monjas traficantes me la contó un señor cuando volvía de City Bell en el tren Roca. Fue una de esas conversaciones imprevistas, que surgen de la nada, y que solo existen porque uno de los interlocutores tiene unas locas ganas de hablar. Como ese no suelo ser yo, de vez en cuando termino siendo destinatario de este tipo de historias que me cuenta la vida. Hasta hace un par de años me daba cosa ponerme a hablar con un desconocido que de repente te empieza a contar de sus andanzas. Ahora, si el relato está bueno, como el de las monjas traficantes; vamo’ y vamo’.


Todo empezó semanas atrás, un sábado, volviendo de City Bell. El viejo se subió en Villa Elisa. Pelo canoso y algo enrulado, sobretodo negro (medio sucio), pantalón azul, boina negra, bufanda, y una cara de haber visto pasar muchos inviernos. Y haberse quejado de ellos. Se me sentó al lado después de preguntar si el asiento estaba ocupado. Ya ahí te das cuenta de que es alguien al que le gusta hablar. O por lo menos, daba lugar a la sospecha. Venía de charlar algo con unas monjas que también se habían subido en esa estación, y sonreía. Se ve que no se resistió a la tentación de contarlo. ¿Y quién estaba ahí como receptor fortuito del mensaje? Pues yo.

“Estas monjitas son terribles”, me dijo. Y me empezó a contar la historia de las monjas, que hace poco habían cruzado la frontera (“no sé si con Paraguay o Bolivia”) y que una de ellas le había traído celulares para sus colegas de la fe. Pero claro, la monja que pasó los artículos electrónicos y sus compañeras no eran muy jóvenes y la tecnología era mucha. Porque cada vez los celulares vienen con más cosas, milagro divino. Entonces, y de ahí que este hombre se enteró, le preguntaron a él cómo hacer para mandar un mensajito o algo. Una cosa llevó a la otra y eran las monjas traficantes.

“Es genial, porque según ellas, no las revisan y me dijeron que siempre pasan cosas ahí entre la ropa”, continuó el viejo, nuestro Garganta Profunda de los suburbios platenses. “Y le digo, ‘pero hermana, ¿no tiene miedo de que la vayan a descubrir uno de estos días? ¿Qué pensará Dios?’”, dijo el viejo. A lo que la monja respondió: “No, hermano, hay que confiar en Dios”.

“Qué locura”, acoto. “Si las monjas son así, qué más quiere el resto de la gente”. Por supuesto, toda la conversación fue jocosa. Lejos de la indignación que hubiese correspondido si el interlocutor hubiese sido un enviado de la Santa Sede. 

Y la conversación siguió hasta Berazategui. No fue muy larga, pero sí lo suficiente como para hablar de las monjas traficantes, de su trabajo, de política. Hay gente, y gracias a la profesión periodística lo sé por experiencia propia, que cuando habla no te dice nada. Gente que te puede contestar todas las preguntas, conversarte durante media hora, y al final padecés horrores para poder encontrarle un título interesante a la nota. Este viejo era todo lo contrario. Uno de esos personajes que habla y te tira un título atrás de otro. Imaginen que fue él el que le puso el título a esta nota. Porque hasta podríamos llegar a discutir que, en un mundo ideal, las ‘monjas traficantes’ sería una paradoja, un oxímoron. Sin embargo, el Roca tiene esta magia de que todo es posible y lo que se piensa incorruptible puede no serlo. 

No faltó, por supuesto, la imagen mental de las monjas cruzando el río en lancha protegidas por la oscuridad de la noche. O haciendo un salto HALO desde las alturas, encomendándose a Dios antes de arrojarse al cielo con un cargamento de celulares comprados por nada en Ciudad del Este. Tom Cruise, un poroto.

En lo que respecta a la política, afirmó que Macri va a fundir el país porque le está prestando mucha atención al afuera y, así, debilitando el mercado interno. “No creo que llegue a las elecciones del año que viene”, disparó. “Incluso si llega a superar diciembre, en marzo va a ser un despiole”, dijo. Veremos entonces si se cumplen las profecías. Y atentos los diarios y canales de televisión que si esto se cumple, habemus un nuevo analista político para consultar. Solo sepan que para contactarlo van a tener que tomarse muchas veces el Roca entre Villa Elisa y Berazategui. 

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