Un año en español de España
El mes pasado cumplí un año viviendo en España. Un año desde que dejé Argentina a mediados de octubre de 2019, persiguiendo una beca para hacer una maestría en Madrid, y aprovechando esto de tener la ciudadanía española que conseguí a último momento a los 18 años. ¿Quién hubiese dicho en aquel momento que nueve años después la iba a empezar a usar? Probablemente nadie. Pero acá estamos. Una maestría terminada, un Madridiario del coronavirus ya hecho, una pandemia en curso, y una búsqueda laboral que cada tanto da algún resquicio de esperanza. Pero la pregunta es… ¿Soy el mismo que antes? Pues, no. Ahora, por ejemplo, al barbijo le digo mascarilla. Y casi que al celular, le digo... móvil.
Y es por las palabras por donde discurriré a
continuación. Porque, con esa leve excepción de la mascarilla, un claro ejemplo de la coyuntura pandémica en la que vivimos, mi convicción de no españolizar mi
vocabulario argentino rioplatense estando en Europa, creo, sigue en pie. Aunque
sí he ido acumulando términos que, si bien no los uso, ahora sé qué significan
y no me causan tanta sorpresa como cuando los escuché por primera vez tantos
meses atrás.
Una de las que más me llama la atención y me
divierte es ‘mogollón’. Que es lo mismo que decir ‘un montón’ (o ‘mazo’, que casi
que es otro sinónimo español, pero más aburrido). Para muchos españoles, un
montón de cosas son mogollón de cosas. Qué palabra simpática. Esa es una doble
ele que banco, a diferencia de esa necesidad que tienen los españoles de
ponerle la elle a otros elementos, a saber: empanadilla (a las empanadas, porque
empanada acá es otra cosa), ensaladilla (¡a la ensalada rusa!), mascarilla (al
barbijo), y otras varias que ahora no recuerdo.
Otra palabra que me gusta es ‘flipar’. En todas
sus variaciones. Algo re piola, es algo flipante. Y una expresión que banco es
el ‘hasta ahora’, en vez de un ‘ya vuelvo’. Dicho esto, pasemos a continuación
al resto de palabras raras que fui anotando en mi lista con el fin específico
de poblar este post.
Los españoles, en vez de ponerse un buzo cuando
tienen frío, se ponen un jersey. Que no es un jersey en inglés. Es uno escrito
y pronunciado en español y que no es lo mismo que un jersey angloparlante. Si a
mí me costó incorporarlo, imagino que un estadounidense queda mindblowned. Otra
que es polémica, al menos para mí y, creo, para el vocabulario rioplatense en
general, es que al acolchado le dicen edredón. Qué palabra poco feliz, edredón.
Y para seguir con la temática, van dos más. La lavadora es el lavarropas, que
esa cacofonía te la regalo. Y, atención, cuando comprás ropa y te queda chica o
algo, y la tenés que ir a cambiar, no la vas a cambiar, la vas a ‘descambiar’.
¡A descambiar! Mirá que me intentaron explicar la lógica de ese verbo, chamigo,
y creo que no tengo manera de comprenderla en esta vida.
Seguimos adelante. Cuando algo o alguien te
gusta, es que te mola. Y cuando algo está re piola, pero no al nivel de
flipante, es que está guay. Esa es otra palabra a la que no le encuentro
sentido. Guay. Pensá unos segundos e imaginá una situación en la que, en vez de
decir ‘está re bueno’ o ‘está re piola’, decís ‘guay’. Sí, solo ‘guay’. Ni
siquiera ‘re guay’, porque acá ese ‘re’ no existe. Estoy tratando de imponer el
‘re guay’, pero por el momento voy peor que Don Quijote. Piensen que hasta existe la expresión 'guay del Paraguay' y está socialmente aceptado. Pero el 're guay', de repente, es raro y cómo se me puede ocurrir semejante barbaridad.
Cuando algo no te gusta, en vez de decir ‘qué
cagada’ o ‘mal ahí’, dicen ‘ostras’. ¡Ostras! O joder, o jolines, o jope, o
joé, o, incluso, jo. Dale unos años más y es solo j. Pero… ¿qué te hicieron las
ostras? Pobres esos moluscos bivalvos marinos del orden Ostreoida que no le
hicieron nunca nada malo a nadie. Pero claro, qué se puede esperar si al
‘sorete’ le dicen ‘zurullo’. No solo le sacan esa magnificencia sonora a la
palabra sorete, sino que lo transforman en algo que pareciera ser de alta
alcurnia.
Vamos que esto sigue. Al patio le dicen
terraza. ¡Las veces que me dijeron que una casa o un restaurant tenía terraza y
jamás la encontré! Y claro, era que tenían patio. Una gaseosa acá es un
refresco. Acá no te boludean o te toman el pelo, acá te vacilan. La heladera,
es la nevera o el refrigerador. Unos panchos, son perritos. ¡Perritos! Y en vez de ‘buen
provecho’ te dicen ‘que aproveche’. Y si llegás a estornudar, te pueden llegar
a decir ‘¡Jesús!’.
Ahora me estoy dando cuenta de que el post
puede quedar un poco largo, pero bueno, también es verdad que pasé varias
semanas sin escribir nada. Así que pónganse cómodos. Piensen que acá, al
desierto del Sahara le dicen el desierto del Sájara. Sí, el Sájara. Asimilen
eso. Y que el lugar adonde vas a sacar fotocopias no es una fotocopiadora, sino
que es una copistería o una... reprografía. Esa sí que es una palabra que me costó un huevo. O que
a la típica zapatilla de los enchufes le digan... regleta.
La que me llamó mucho la atención es la de
decirle ‘peloteo’ a la acción de chupar las medias. O que al viejo y querido
‘deja vu’, le digan ‘deja vi’. ¿Te imaginás una película protagonizada por
Denzel Washington que en vez de ‘Deja vu’, se llame ‘Deja vi’? Dejá nomás. Encima,
si tienen que explicar algo, no dicen ‘es tipo/onda tal cosa’, dicen ‘en plan’.
Decir ‘en plan’ es como obligatorio, onda, un requisito indispensable de la
españolidad.
Acá en vez de estacionar, aparcan. Y el
estacionamiento es el parking. Hablame de anglicismos en la tierra de la Real
Academia Española.
Y ya llegando al final, aunque se puede seguir
hasta el infinito, diré que el tan formal ‘desde ya, muchas gracias’, acá es
‘gracias de antemano’. Y que cuando decís gracias, hay gente que te suele
contestar ‘nada’. Así, sin el ‘de’. Me hizo acordar a cuando en Estados Unidos
andaba por la vida repartiendo gracias a la gente y me devolvían ‘mhmm’. ¿Qué
clase de respuesta es esa? Deu meu.
Pero no me voy a despedir sin mencionar otras
palabras que no pueden quedar afuera. Y me reservaré la más indignante para el final.
Juntarte con los pibes, es juntarte con ‘la peña’. Un entrenamiento es un
entreno. Una persona familiera, acá es una persona familiar. Y una persona
friolenta, es una persona… friolera. ¡Sí, friolera! Perdón, pero a mí, 'friolera' me suena a frijol, que ni siquiera es una palabra que usamos los argentinos
Y, quizás, la peor de todas, que para colmo es tan igual y a la vez tan distinta es… vídeo. No es video. Jamás pensé que una tilde podría ser tan molesta. ¡Coño, joder, tío!
Siento que el español no es fácil de aprender,No sé si hay habilidades que aprender.
ResponderEliminarBueno, dicen que es más difícil de aprender que otros idiomas (como el inglés, por ejemplo).
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