Rule #32 - Enjoy the little things
Una gaviota barilochense... la saqué yo esa foto eh. |
Andando siempre apurados, pensando en lo que vamos a hacer después incluso antes de haber terminado lo que estamos haciendo. Ese es uno de los hechos que nos encarcela en esta (bien llamada por Zygmunt Bauman) “sociedad de consumo”. Una sociedad gobernada por la ideología del mercado, donde las personas no solo buscan comprar productos sabiendo que van a durar hasta que salga algo más nuevo, sino que también se venden a sí mismos. La cultura consumista no nos permite percatarnos de las pequeñas cosas que nos rodean, que nos hacen la vida un poquito más fácil y que con un poco de suerte nos sacan una sonrisa en medio de alguna situación difícil.
¿Cuántas veces por estar ocupados o apurados nos olvidamos de saludar a alguien cuando pasamos caminando? ¿Cuántas veces respondemos de mala manera al estar enfrascados en alguna actividad que demanda mucha concentración de nuestra parte? ¿Cuántas veces discutimos con nuestros padres por insignificancias? Y podemos seguir haciéndonos muchas más preguntas. La respuesta radica en que nacimos y nos adaptamos a una sociedad que vive de apuro en apuro, de problema en problema. Una sociedad a la que no le conviene que la gente se tome un rato para estar, solamente estar. Un rato para pensar y deliberar qué hacer de nuestras vidas. Una sociedad que procura hacernos olvidar ese tan preciado ocio que tanto valoraban los antiguos filósofos griegos (un tiempo para reflexionar sobre la vida, las ciencias y la política).
Si bien no espero que a partir de esto salgan nuevos Platones, Aristóteles, Sócrates o Pitágoras, es algo que vale la pena pensarlo. Encontrar, (o mejor) crearse el tiempo libre para dedicarnos a leer un libro, hacer algo que nos guste, que nos de un sano placer. Hay que volver a ese ocio olvidado, y reemplazar a este ocio que nos provee la sociedad de consumo que habitamos (léase pasar horas y horas frente a una pantalla por ejemplo, expuestos al ataque inagotable de publicidades mentirosas, o a programas de contenido burdo o grotesco).
O sino, si nos es imposible hacernos ese rato libre para apaciguarnos a nosotros mismos, es mejor disfrutar de las pequeñas cosas de las que veníamos hablando. En vez de ir de problema en problema, de apuro en apuro, es preferible imponernos un espacio en el medio de ambos hechos. Darnos unos pocos minutos de paz, por más que sea uno o dos. El sentirnos bien, el acto de sonreír luego de determinadas cosas es señal de que vamos por buen camino. ¿No es agradable que la gente te diga “gracias” luego de abrirles la puerta o después de levantarles algo que se les cayó? ¿No es bueno un abrazo de vez en cuando? ¿No es lindo mirar a alguien a los ojos y que te sonría sin mediar palabra? ¿No es valioso que te pregunten cómo estás de tanto en tanto? Pequeñas cosas, pequeños gestos, pequeñas acciones. Muchas veces pasan inadvertidas, pero que si las advertimos pueden hacer de nuestro día algo que valga la pena pensar antes de irnos a dormir.
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