Similitudes desafortunadas: Putin 2014 y Hitler 1938

Uno de los temas en boga que tiene en vilo a los medios de comunicación alrededor del mundo es el anexo de Crimea (si se toma en cuenta el referéndum, ya no forma más parte de Ucrania) a Rusia. Algunos sostienen que el pueblo ha dado su veredicto y hay que respetar esa decisión; otros, los que no consideran legítimo el referéndum, consideran que es una apropiación ilegal de un territorio ajeno; y entre estos últimos, los que opinan que es una movida estratégica de Vladimir Putin, que hace gala de ser un gran estratega. Después de todo, Crimea es un punto clave tanto militar como económicamente.

Por ejemplo, cuando Estados Unidos invadió Irak y/o Afghanistán, la opinión pública lo terminó tomando a mal, ya que las excusas que esgrimieron en un principio comenzaron a caerse a pedazos (como lo fue la sospecha de armas nucleares jamás encontradas). Rusia, en cambio, ensalza el tema de que el pueblo de Crimea quiere volver a sus raíces y Putin no hace más que llevar las cosas del dicho al hecho.

El mundo ha comenzado a expresar sus posiciones con respecto a esta situación. Rusia ha quedado prácticamente sola en el ámbito internacional. Pero las sanciones no parecen, por ahora, ser demasiado severas. Y eso tiene su explicación lógica, siendo el gigante euroasiático uno de los pilares económicos de la Unión Europea. Sin embargo, no es ese el aspecto que se repasará en este artículo, sino el hecho de que existen similitudes poco gratas entre Putin y su avance sobre Crimea, y nada menos que Hitler y su invasión a Austria en 1938, llamada también Anschluss. En marzo (sí, también) pero de 1938.

Putin: "Crimea siempre ha sido y seguirá siendo parte de Rusia"
Fotografía: washingtonpost.com
Si bien la Segunda Guerra Mundial comenzó oficialmente a mediados de 1939, con la ocupación Nazi de Polonia, Hitler ya había empezado a mover las piezas del tablero un año antes. Los que lo “sufrieron” fueron los austríacos, después sí los Checoeslovacos y recién más tarde, los polacos. Y el entrecomillado en relación a los austríacos es porque recibieron el dominio Nazi con aplausos, vitoreo y alegría. Hitler se paseó por una Austria que desplegaba banderas Nacional-Socialistas y le tiraba flores. Algo parecido pasó hace pocos días, cuando el pueblo de Crimea aceptó la soberanía rusa. Solo que Putin no hizo ningún ingreso triunfal, sino que seguro en su victoria “democrática” (muchos ciudadanos no votaron porque ninguna de las dos opciones “anexarse a Rusia” o “independizarse aún más de Ucrania” los identificaba; además de la presencia de casi 50000 soldados rusos en la frontera), lo miró por la televisión.

Una mínima diferencia, si se quiere, es que los alemanes, allá por el ’38 no derramaron ni una gota de sangre (aunque hubo masivos arrestos); los rusos, por lo menos, mataron ya a un soldado ucraniano. Y es que los alemanes no tenían todavía el poderoso ejército con el que se largarían a combatir a las potencias aliadas. Las tropas que ingresaron en Austria eran casi principiantes, un mero resplandor opaco de lo que llegarían a ser. Ni siquiera marchaban en orden. La Europa de ese entonces ni se inmutó por este anexo territorial. Seguían buscando mantener la paz luego de la devastadora primera Gran Guerra. Esos errores inocentes les costarían caro.

Otra desgraciada coincidencia entre ambos “procesos” fue la presencia del tan comentado hoy referéndum o plebiscito. El gobierno de Austria convocó a su pueblo a decidir. Incluso, para que se oyera la voz del pueblo sin ninguna contrariedad, se aseguró de que solo pudieran votar los mayores de 24 años (por sospechas de que los más jóvenes fueran simpatizantes del nuevo régimen alemán). No obstante, Hitler, o no tuvo la confianza de Putin, o bien, no tuvo su paciencia. Bajo la excusa de que esa votación no sería democrática y sí fraudulenta, se largó a invadir. Aunque no encontró resistencia, si no que le abrieron los brazos.

Para terminar, aunque sin dudas este análisis se presta para mucho más (dejando de lado la polémica), las palabras de Hitler y Putin en relación a las invasiones también aportan similitudes. Hace pocos días Putin dijo: “Basta entender lo que Rusia significa para Crimea y lo que Crimea ha significado y significa para Rusia. En Crimea todo está  empapado de nuestra historia y cultura. Crimea siempre ha sido y seguirá siendo parte de Rusia”. Y en su momento, Hitler (se dice) declaró: “¿Cómo pueden decir que Austria no es alemana? ¿Existe algo más puro que nuestra vieja y pura austraneidad?”.

Son todas similitudes, desafortunadas quizás, pero que no por eso resultan menos interesantes. Claro está que no se pretende equiparar a Vladimir Putin con Adolf Hitler, son personas y situaciones totalmente distintas. Simplemente, llaman la atención las variadas coincidencias. 


Fuentes:

MURRAY, Williamson y MILLET, Allan, (2000), A war to be won, Estados Unidos, Universidad de Harvard.






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