La otra - Salto al vacío


            La incertidumbre me consume. Vil contrincante de la pasividad y paciencia que suelo frecuentar. El suspenso que antecede a la acción, más sofocante y aterrador que la acción misma. Es algo innato, susceptible de algún que otro cambio, empero, inmutable en esencia.
            Una muralla inexpugnable se levanta entre mi persona y mi destino. El libre albedrío zanja la cuestión. Mi futuro proceder no depende enteramente de mí, sino de una simple respuesta. O quizá sí, depende de mí. No obstante, precavido por escuela, prefiero atenerme a los hechos. Aunque a veces suela, ora soñando, ora pensando despierto, adelantarme a ellos. Cosa que otorga una felicidad espejismo, fugaz y transitoria. Por experiencia, poco aconsejable. Por testarudez, escribo.
            Se ha dicho que un mero acontecimiento puede cambiar la vida de una persona, de varias, de una sociedad, de la humanidad. También se ha dicho que un mero acontecimiento no es más que eso y que el encadenamiento de este tipo de sucesos es lo que cuenta. Ahora bien, capaz un mero acontecimiento sea solamente eso y punto. Sin embargo, la subjetividad (y gracias a Dios por los pequeños milagros) permite discernir y restar o sumar importancia al conjunto de meros acontecimientos que vamos transitando a lo largo de nuestras vidas. Periodista como soy, no debería hacer una apología (aunque breve) de la subjetividad, pero la vena escritora literaria me puede.
            Sí, ir y tomar las riendas, crear la situación y esperar (un juego de incertidumbres eterno) una respuesta. Un sí. Un no. Un “no sé” destructor.
            Valga la pena aclarar que esto no tiene nada que ver con eso que estás pensando. Psicología inversa.
            Pero si la incertidumbre es la constante, la esperanza es lo que me mantiene unido. Más allá de que su andar me desarma, todavía el centelleo de los ilusos me posiciona en un camino que me he cansado de recorrer, y que aún así, lo sigo caminando. ¿Inconsciencia? ¿Inteligencia? ¿Audacia? ¿Estupidez? Eso es algo que jamás lo sabré. El solo pensar que en un único punto convergen tantos pensamientos y deseos me genera una sensación rara. Sensaciones inexplicables.
            Mi debilidad me delata. Mis ansias me descubren. Mi esmero, desgastado. Mi apuro, mi arma más potente, o bien, mi perdición.
            Y todo por la maldita y bendita casualidad que me hizo imaginarte. Nada es lo que es, todo es una percepción. Qué linda percepción.
            Puede que nada pase. Puede que la redacción de este escrito haya sido en vano y que puedas continuar viéndome. Si estoy, a tu parecer, igual que antes, lo habré asimilado bien; si estoy afligido, bueno, sentimientos tienen todos; si no estoy, será porque estoy en otro lado haciendo otra cosa, leyendo seguramente. Si estoy, estaré.
            Parece insano que la reflexión haya surgido de la siguiente frase de Freud: “He aquí la gran incógnita que no he podido resolver, a pesar de mis treinta años de investigación sobre el alma femenina: ‘¿Qué es lo que quiere la mujer?’”.
            En fin, lo que importa es dar el salto, lo que pase después, veremos.

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