Crónica de una espera teatral


            Las paredes oscuras contrastan con la claridad del suelo alfombrado. Las butacas esperan estáticas la llegada de sus próximos ocupantes. Sin dudas, un modesto teatro, uno más, de entre todos los que hay en Buenos Aires. Paulatinamente el silencio reinante se ve resquebrajado por las voces que van ingresando. Minutos antes eran ecos lejanos, indistinguibles.


            Al frente de todo, el escenario esperaba impasible la llegada de su acompañamiento. Una estructura de madera, con una escalera a la izquierda, una rampa a la derecha, misterio entre los bastidores y un sin fin de imaginación en su superficie. Nada como dejar a los actores dirigir a la audiencia a un ambiente diferente, lejano y cercano a la vez.
            Poco a poco, la gente ocupa sus asientos. Los murmullos se hacen oír. La melodía alegre que refleja la ansiedad de un gran puñado de personas que esperan inquietos la aparición del entretenimiento. Risas, comentarios e imperceptibles silencios pueblan la sala.
            En la tercera fila, tres o cuatro ancianos. Yo en la de adelante. La primera función todavía sin empezar. Las luces encendidas. Eran dos señores y dos señoras, sentados, en ese orden, de derecha a izquierda. El de más a la derecha tenía la libertad del pasillo a un paso. Ese mismo, no se cansaba de mirar su reloj cada dos segundos para hacer oír su ansiedad: nueve y media y la obra no empezaba.
 - No te quejés tanto que ya va a empezar, che- le dice su compañero.
 - Pero si sigue así va a empezar muy tarde…
 - Y bueno, igual hoy es el dos por uno, hay doble función. Así que si te dormís…
 - Te despertás para aplaudir la primera y estás atento para la segunda- remató el comentario, entre risas.   
            A todo esto, las compañeras, hablaban loas de uno de los artistas. Decían que la primera obra era dirigida por él y que en la segunda iba a hacer su aparición sobre el escenario. Que ya lo habían visto actuar en Capilla del Señor y que habían quedado impactadas. Inclusive acordaron ir a verlo a esa misma localidad la próxima vez que se presentara allí. Argumentaron que les quedaba más cerca que venir hasta Pilar. Sí, un reducido club de fans.
 - … Me acuerdo cuando estaba en la colimba, zapateábamos todos para que empezara- continúa nuestro amigo- acá no se puede porque el piso tiene alfombra.
 - Seguro ya empieza… Paciencia. Sabés lo que le dijo la nieta de un amigo cuando le preguntaron: “¿qué vas a hacer cuando termines la secundaria?”.
 - No, ¿qué le dijo?
 - “Voy a andar en bicicleta”- entre risas- y vos sabés que se compró una bicicleta y anduvo todo ese año de acá para allá. Al año siguiente recién empezó a estudiar. Por eso, paciencia, paciencia. La vida es simple.
            Después de eso, las luces se oscurecieron, quedando nomás iluminando las del escenario. El locutor habló, pidiendo cortésmente que silenciaran los teléfonos celulares y dio las buenas noches.
            La primera función comenzó. Sobre el escenario, dos sillas apuntando al público y en el medio de ellas, una mesa. De cortina musical, un tango. 

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