Argentina, estamos en la final del mundo

Nunca, jamás en mis 21 años de vida había presenciado a la selección argentina de fútbol llegar a la final de un mundial. Viví mucho tiempo agarrado de ilusiones pasadas, de triunfos imperecederos, del gol de Caniggia, de la mano de Dios, del barrilete cósmico y de muchas otras anécdotas que van y vienen por los corazones del pueblo futbolero argentino.


Mis mundiales vividos fueron el del 98, que completé el álbum de figuritas (me faltó una en realidad, pero el quiosquero macanudo no me iba a negar el yoyó, me faltó justo la de un holandés… las vueltas que da la vida ¿no?), el del 2002 que nos volvimos rápido, el del 2006 que se nos lesionó el gran Pato Abbondanzieri y el machete de Lehmann y el 2010 que mejor ni hablar. Imagínense que para este mis expectativas no eran muchas. Quiero decir, siempre se quiere ganar, pero después de tantas derrotas dolorosas, esa ilusión infantil y todopoderosa que te inculcan desde chiquito (que Maradona, que Batistuta, que el Goyco, que Kempes y muchos otros que también merecen ser nombrados) poco a poco se pierde. Y es que hace 24 años que Argentina no llegaba a la final. Yo no sé lo que es vivir una, ni siquiera estaba dentro de los planes de la cigüeña en el 86.

Ese deseo latente de poder decirle alguna vez a mis hijos y nietos que yo vi a la Argentina campeón del mundo durmió por mucho tiempo. Sí, lamentablemente. Contarle a mis hijos y nietos, como mi papá y mi abuelo lo hicieron conmigo, que el país se detuvo, que las calles se inundaron de gente y muchas otras anécdotas que pueden servir para adornar las páginas de un libro. Vi pasar mundial tras mundial y cada vez veía la posibilidad más lejana. Si grandes planteles con jugadores geniales quedaron en el camino… ¿Qué me garantizaba que alguna vez Argentina iba a llegar a por lo menos jugar una final de nuevo? Nada, absolutamente nada. Solo ese pensamiento popular de que el mejor fútbol está en este país.

Y llegó el 2014. Sabella, Romero (“este es suplente en su equipo”), Rojo (“otro de la selección Estudiantes de La Plata”), Biglia (“¿dónde juega Biglia?”) y la mar en coche. Todo el mundo criticando el sistema de juego, que Rojo fue un inconsciente al hacer la rabona en el área propia, que el 4-3-3 era preferible a todo y que Sabella no entendía que Argentina tenía que atacar. Porque sino para qué llevamos al Kun, a Palacio, a Di María, a Messi, al Pipita. ¿Y Tévez? ¿Por qué carajo quedó afuera Tévez? Cuando digo todo el mundo, aclaro, para algún distraído, que yo también formo parte de ese mundo por mal que me pese ahora. Panquequear con el diario del lunes es de cobardes oportunistas. Simplemente hay que reconocer que ninguno de nosotros es director técnico y que evidentemente Sabella llegó hasta donde está porque sabe. Algo lógico, pero que nosotros al criticarlo quichicientas mil veces ni lo pensamos. Y que para mi alegría, la de todos en realidad, nos tapó la boca. Sin discusión.

Así y todo pasamos un “grupo fácil” que de fácil tuvo muy poco. El que no tuvo los huevos o los ovarios (porque las mujeres en los mundiales de repente son todas especialistas) en la garganta hasta que el árbitro pitó el cierre de cada partido que se levante y se vaya, de otro modo no va a entender completamente el significado de este escrito. Ah, y me explico, para que no me arrojen ese argumento facilista de “machista”: me quito el sombrero y reverencio a las mujeres que verdaderamente entienden este noble deporte y son fanáticas de un equipo, indefectiblemente eso está y le hace bien al universo.

Siempre por un gol, siempre sufriendo, fuimos diciéndole “chau, chau, adiós” a Bosnia, a Irán, a Nigeria, a Suiza, a Bélgica. Fue un placer (doloroso sí) conocerlos, que la pasen bien y hasta luego.

Hasta que un 9 de julio, como si los planetas se hubieran alineado con la fecha patria, llegamos a las semifinales. Nada más y nada menos que contra esa Holanda arrolladora de Robben, de Sneijder, de Van Persie. Esa Naranja Mecánica que tenía estudiado hasta para qué lado se tiraba los pedos Messi, que hizo un casting concienzudo para descubrir al mejor atajador de penales para ponerlo si así era necesario (lo sufrió Costa Rica, nosotros, por suerte, no), esa Holanda que pisó fuerte desde que aterrizó en Brasil.

Contra eso, el equipo argentino puso compromiso y actitud, es decir… huevos. Con Mascherano a la cabeza. Con el equipo jugando en equipo como corresponde. Con cada argentino conteniendo la respiración desde cualquier lugar del globo. Solo así para mantenerlos a los holandeses a raya. Casi morimos cuando se filtró Robben. Sin embargo, allí estuvo Mascherano para salvar a varios del infarto seguro.

Y acontecieron los penales. Esa instancia maldita, esa instancia desgarradora, fábrica de lágrimas que merece estar dentro de uno de los círculos del Infierno de Dante por el sufrimiento que genera. Pero también esa instancia esperanzadora, portadora de tantos gritos de euforia, que define tantos campeonatos y que hace llorar de la alegría al más macho. En fin, arreglamos en un cincuenta y cincuenta.

Tuve que levantarme de mi lugar del sillón (ese mismo lugar en el que miré todos los partidos de Argentina en el mundial, ni yo sabía que era tan cabalero) y caminar por el living porque los nervios eran intolerables. Fui a pararme contra la columna porque no sabía si mis piernas me sostendrían durante esos minutos de tortura o de exaltación. Todos los músculos del cuerpo se me tensaron como si yo mismo fuera a atajar los penales, como si yo mismo fuera el encargado de patearlos. Y atajó Romero. Ese muchacho al que nadie le tenía fe. Gol Messi, gol Robben, gol Garay. ¡Y atajó Romero! Grité como un salvaje. Esa segunda atajada liberó esos instintos primitivos ocultos que según la psicología tiene todo ser humano. Grité como un cavernícola parado sobre el cadáver inerte de un mamut. Ni siquiera logré articular un “vamos” o un “bien Romero”, nada. Bramé un simple sonido gutural totalmente sin sentido pero rebosante de emoción. La experiencia en los penales, certificada por los sufrimientos que superé con mi club amado Boca Juniors, me decía que atajar dos penales es casi una victoria. Y más estando 2-1 arriba y con la posibilidad de sacar diferencia de dos. Porque atajarlos parece ser lo más difícil, patearlos… patearlos también, déjense de joder.

Ese penal de Agüero que entró sufriendo, que quizás sin ese pique raro que hizo la pelota lo atajaba ese arquero que en su vida tapó un penal. Ese 3-1 me puso a hacer las cuentas, si Romero atajaba ya no había otro asunto, ganábamos porque a los holandeses le quedaría indefectiblemente un solo penal más por patear y no les alcanzaba. Pero Kuyt lo metió. Aunque las matemáticas seguían de nuestro lado. Todo el peso del país cayó de repente sobre ese excelente jugador de Newell’s que es Maxi Rodríguez, ese que le metió, un par de mundiales atrás, ese golazo a México. Quizás en esos pasos que corrió hasta la pelota, quizás ahí se detuvo el tiempo. Quizás. Imposible afirmarlo, la atención siguió la trayectoria de ese remate feroz, digno de una fiera, que destruyó las manos, último bastión del arquero holandés.

Y sí, pusimos los pies en la final de la copa del mundo 2014. Pusimos los pies los once jugadores y el resto de “nos los representantes del pueblo de la nación argentina”. Y yo sin gritarlo, sin saltar. Estupefacto, sin poder terminar de creer lo que estaban viendo mis ojos. Llorando como un pibe. Llorando como un pibe que nunca vio a Argentina en una final de un mundial. Llorando contra la columna que previsoramente cumplió con el objetivo de sostenerme.

Capaz lo terminé de creer cuando mi viejo me vio las lágrimas y me abrazó. Capaz no. Capaz lo terminé de creer cuando alguien que vio a Argentina campeón en el 78 y el 86 me abrazó, capaz no. Al fin y al cabo no importa que lo crea o lo deje de creer. La realidad está ahí y es una sola. Argentina-Alemania. Los huevos contra la máquina. La pasión contra la eficacia.


Argentina, estamos en la final del mundo.     

Comentarios

  1. Es la segunda vez que voy a intentar comentarte. Decirte las cosas por inbox le saca ese gustito que te deja leer (y escribir).
    Como bien sabes, tambien es mi primera vez en ver a la selección en una final. Y no puedo evitar hacer un comentario sobre mundiales anteriores.
    1998: lamento decirlo, todavia era chica, y creo que Madre aun tenia la esperanza de que, como mujercita que era, prefiera pintarme las uñas antes que mirar futbol con papá. Por suerte recapacite a tiempo.
    2002: como que todavia duele un poco, no?
    2006: es uno de los que mas recuerdo. Ya era una loquita enamorada del enano 10 que tenemos por capitán. Y el Pato Abbondanzieri me rompió el corazon como una triste noviecita de secundaria. ¡Y Cambiasso! Ese último penal agónico. Le tenia mucha fé a ese equipo, pero bueno. Volvimos.
    2010: creo que lo que ilusionaba en ese mundial, era ese instinto cabalero que todos tenemos (a mi un poco tambien Palermo. ¡Como olvidarme de Palermo y el gol de la clasificación!). Diego, Messi, 10, que se yo. Un monton de cosas que nos hacian querer creer. Pero, dicen por ahi que el fútbol es un deporte en el que juegan 11 contra 11 y... Siempre gana Alemania. En cuartos, otra vez.
    2014: Sabela, con esa cara que pones cuando vez que se comieron la última empanada, y vos todavía tenías un poquitito de hambre. Nunca fui Sabellista (como me culpaste una vez), pero poco a poco se fue ganando confianza. Hizo que los pibes de adelante se conecten ¡oiga! De ultima, si estos cuatro estan bien, que me importa Biglia, Garay y Rojo. Con que este Masche y Zaba un poco mas atras, ya estamos.
    Pero con el paso de las eliminatorias, (y la llegada inminente de Brasil 2014) nos fuimos desesperando por esa defensa. ¡Romero! ¿Que hace Romero? ¿Porque sale tanto? ¿Porque no sale? ¿Estara clavado al piso? ¿Se corto el pelo? Le queda mas lindo.
    Al parecer encontró una formula mas o menos efectiva para el fondo. Despues el sorteo: yo no me quise ilusionar, no quise decir "esto es papa". Ya me habian roto el corazon una vez.


    ResponderEliminar
  2. ACLARO: lo tuve que cortar. Aca va la segunda (?
    Nigeria, Irán, Bosnia, Suiza, Bélgica. ¿Figura? Marcos Rojo: Y fue ahi donde toda la Argentina se dio vuelta, como tanto nos gusta y nos disgusta. Lo panquequeamos, si, con Rojo y Romero.
    Llego la semi. Yo todavía no queria (y no quiero) ilusionarme. Pero bueno. Ahí estabamos y era imposible no ponerme nerviosa. Me mordía las uñas, mis pies estaban inquietos. No queria despegarme ni un segundo del televisor hasta que... Tuve que ir al baño (convengamos que despues de la tercera birra...) y... ¡Gol de Higuain! Volvi corriendo... Pero no.
    "Andate, andate al baño" me gritaron despues, lo bueno es que me dieron cerveza mas seguido, lo malo es que no volvi a levantarme.
    La corrida de Robben y la barrida de Masche. No pude mas que agarrarme la cabeza. Ni un "vamos Jefe". Nada.
    Alargue, y la concha de la lora. Media hora mas sufriendo.
    Penales: bueno, ya falta menos. Es ahora o nunca. La última instancia. El último final antes de las vacaciones. Le tenia mas fe a que los jugadores convirtieran que a que atajara Romero (lo digo, si, y me arrepiento). "Hubiera puesto a Orión, que les salvo el campeonato con penales" me decia un gallina. Yo me comía las uñas que no tenía, me paré de un salto y grite mucho cuando atajo. Mucho. Los goles de Messi y Agüero los esperaba, pero se me paró el corazón un segundo antes.
    A Maxi Rodriguez le tenía miedo. Una fiera. Tenia miedo que mande la pelota al otro lado del Atlántico. Pero no. Arquero, travesaño y ¡ADENTRO!
    Absolutamente todos nos levantamos, nos abrazamos, le gritamos, al televisor, un nene se largo a llorar, los perros ladraban. No importaba si festejabamos o puteabamos. Era solo eso. Hacer ruido, y hacerle saber al barrio, que nosotros tambien estabamos sintiendo lo mismo. Que por un momento, eramos todos uno (o todos once), como estabamos viendo en la tele.
    Messi lloraba. Romero y su papelito. ¡Mascherano! Que grande que sos Mascherano. El Pocho rezaba, Rojo se besaba la camiseta. Todos los recuerdos por imágenes.
    Que se yo. El fútbol es un deporte de once contra once. Pero nosotros tenemos a Mascherano :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No te tenía tan escritora Rouch, tendrías que haber escrito tu propio post!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares